Además, supo tejer un aura de cuasi-divinidad por su capacidad de ´bi-locación´ que lo coloca de forma simultánea en diferentes lugares geográficos: Guatemala, Honduras, Costa Rica, California….
Además, hay que reconocer su capacidad negociadora para haber podido construir redes de apoyo en los últimos 12 años directamente con las más altas esferas del Poder Federal mexicano.
Pero hay otra muestra de poder, siendo éste el cerco natural de protección que le provee la Sierra Madre Occidental a lo largo de tres Estados clave en la producción de droga (Sinaloa, Durango y Chihuahua) donde su dominio es completo. Esta estructura geográfica, con su particular topografía, su anchura promedio de 150 km, y alturas de hasta 3,000 metros sobre el nivel del mar, le otorgan el apodo del ´Señor de la Montaña´.
A esto deben agregarse los marcos pretorianos de población local que hacen imposible el paso de las autoridades. Por eso, y aunque a partir del 13 de enero, 300 elementos del Ejército mexicano se internaron en esta zona y para el 15 del mismo mes ya estaban instalados más de nueve mil efectivos militares, la Sierra entre los Estados de Durango-Sinaloa-Chihuahua sigue siendo un territorio extenso e inexpugnable.
Con lo cual entonces, cabe preguntarse. ¿Qué del rumor en cuanto a la muerte de Guzmán Loera en Petén?
Siendo honestos, su presencia en Petén contradice la lógica de un actor tan calculador, frío y racional que ha sabido siempre evitar riesgos. Es cierto que Joaquín Guzmán Loera fue detenido en 1993 en Guatemala pero en 1993, ´el Chapo´ no era aún, ´el Chapo´. En 1993, la organización de Carillo Fuentes quería eliminarlo pero hoy, él es amo y señor de su propia organización. Es cierto también que, de estar en Guatemala habría otros lugares del país donde ´su base´ es mucho más amplia que Petén, territorio donde conviven grupos locales leales al Cartel del Golfo, y grupos de ´zetillas´. En Petén, Guzmán Loera no tendría la disponibilidad para hacer uso de sus ´perros de guerra´ que a diferencia, en Sinaloa, Durango, Chihuahua, Juárez, Guadalajara, o Torreón fácilmente puede movilizar no menos de 60 carros todo terreno (armados hasta los dientes) sin que nadie diga nada.
Sería actuar en contra de su propia naturaleza encontrarse en terreno petenero, un capo tan calculador moviéndose de incógnito en un territorio hostil acompañado de un número reducido de escoltas. El terreno es extraño, los pobladores recelosos y ´la contra abunda´. Guzmán Loera sería el pendejo mayor para cumplir estas fantasías ´guatemalescas´.
Los capos caen en desgracia cuando huyen de su terreno natural donde se sienten protegidos. Guzmán Loera no tiene necesidad de ello. Cossimo Di Lauro fue detenido en paños menores en una casa de seguridad afuera de Nápoles, Bernardo Provenzano fue detenido en un cuarto de 2×2, barbado y sucio; los capos mexicanos saben que huir del Estado significa la paranoia de vivir en varias casas de seguridad, sin horarios, con conversaciones fragmentadas. Siempre sabiendo que pueden ser apresados con la guardia baja.
Entonces, ¿Qué sucedió el pasado jueves?
La cercanía de Otto Pérez hacia Enrique Peña es mayor que la de otros presidentes centroamericanos. No tengo duda de esto. Como hemos dicho, Enrique Peña no es protector del Cartel de Sinaloa. ¿Fue esto un juego mutuo entre ambos para enviarle una seña al ´Señor de la Montaña´?
O, en una nota más de política interna, hay que reconocer que el rumor del: ´enfrentamiento, los carros quemados, los cuerpos, el Chapo y los técnicos mexicanos´ fue tomado por el Ministro de Gobernación guatemalteco como cierto. Luego, ni carros, ni cuerpos, ni Chapo ni nada… Pero esto quiere decir que fuentes fidedignas cercanas al Ministro lo nutrieron mal con propósito.
¿O es esto una cortina de humo para un Partido Patriota cuya calidad técnica avergüenza? Luego de los errores en la reforma fiscal, la mesa de Belice desarticulada, los migrantes sin tener acceso a un DPI (indocumentados en EEUU y Guatemala), una propuesta de despenalización ´sin hoja de ruta´, el escándalo Lima…
Como sea, y quien sea, hay que saber. Cuando un capo suena, es señal de que se lo quieren bajar… reza un narcocorrido. Pero hay capos que caen más lento. Y hay otros que no perdonan jugar con su nombre y con su tranquilidad.
La lección de Juan Camilo Mouriño debería ser suficiente.