Crítica a la psicología en Guatemala

El 23 de julio de 1974, dentro de un ambiente de crítica social y de rebeldía, estudiantes de la carrera de Psicología toman el edificio M5 del campus universitario.

Es el gesto fundacional de la Escuela de Ciencias Psicológicas por el que se conmemora el Día del Psicólogo en el país. Ello invita a una breve crítica sobre la situación de la disciplina que haga un balance de aspectos positivos y negativos.

Profesionales y estudiantes (en práctica supervisada, o ejercicio profesional supervisado —EPS—) prestan sus servicios a miles de personas que requieren atención psicológica. En distintos lugares e instituciones estatales o privadas, así como en la práctica particular, se atiende a niños, adolescentes y adultos que sufren trastornos emocionales y conductuales que van desde situaciones problemáticas de la vida cotidiana hasta cuadros como depresión, traumas y otros padecimientos graves. Este es el aporte más importante de las psicólogas y los psicólogos.

Pero el gran punto débil, la deuda histórica de la disciplina en el país, es que no ha contribuido a la comprensión y resolución de diversos problemas relacionados con su ámbito. Hay muy pocos espacios de investigación y de publicación de la disciplina, y la calidad es variable. Pero no hay un ámbito en el que la psicología pueda presumir de logros significativos en la comprensión y solución de problemas.

Por ejemplo, si hay atención en áreas como maltrato infantil, violencia contra la mujer y alcoholismo, entre otras, no se han producido conocimientos sistemáticos sobre este tipo de problemas que permitan contribuir a su comprensión situada y a mejorar las prácticas de intervención (o son muy restringidos). De tal cuenta, el impacto de la psicología en la discusión de estas temáticas en ámbitos específicos es muy pobre (repite lo que se ha estudiado en otras latitudes) y es prácticamente nulo en el ámbito público.

Diversas razones se mezclan para producir esta deuda. En primer lugar, la formación está ligada más a la práctica profesional que a la investigación. Además, dicha formación parece estar derivando a aspectos técnicos (el énfasis en las competencias) y olvidando la discusión teórica fundamental de la disciplina. Dicho sin tapujos, la formación es muy pobre y mal dirigida.

El gran punto débil, la deuda histórica de la disciplina en el país, es que no ha contribuido a la comprensión y resolución de diversos problemas relacionados con su ámbito.

En segundo lugar, las condiciones laborales de las psicólogas y los psicólogos comparten la precariedad de la mayoría de las profesiones. Con un agravante. La psicología es una disciplina auxiliar, subordinada, en la mayoría de las instituciones donde se ejerce (la práctica privada es la pequeña excepción). El sistema de salud, el sistema educativo, el sistema judicial y las empresas contratan a psicólogos para auxiliar en la producción de su principal bien social: salud (física), educación, justicia y productos y servicios. Esto pone la disciplina en una situación de relativa debilidad. Se requieren resultados que contribuyen a ciertos bienes sociales en los que la disciplina no tiene mayor control o es secundaria frente a otras profesiones [1].

Las mismas unidades de formación y el colegio de psicólogos carecen de una perspectiva amplia y de largo plazo, es decir, de un proyecto para mejorar la situación de la disciplina en el país. Como se decía, aunque hay excepciones, los procesos de investigación y de publicación son escasos y todavía deben mostrar sus potencialidades.

Carente de proyectos estratégicos para su mejora, con niveles de formación, investigación y publicación precarios, con una función subordinada a otros bienes sociales, sin controles estrictos sobre la calidad de sus intervenciones [2], es tiempo de que se haga una revisión profunda del papel de la psicología en el país. Y esto lo pueden lograr los profesionales comprometidos con la disciplina, pero requiere esfuerzo, imaginación y, como diría la psicóloga Lourdes González, pérdida del miedo a cuestionar y soñar.

Hay que abrir la discusión seria, profunda y extensa sobre el papel de la psicología en el país. Sin ilusiones ni excusas.

 

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[1] De ahí cierto complejo de los psicólogos frente a otras profesiones y su deseo de disfrazarse de médicos, por ejemplo.

[2] Hay psicólogas y psicólogos muy profesionales y que realizan una práctica seria, con conocimientos validados por la investigación y la práctica. Pero en la disciplina también pueden entrar una serie de prácticas de moda y cuestionables. Esto sucede en las principales áreas de la disciplina, como la clínica, en la que se encuentran tratamientos de lo más disparatados. El área industrial parece vivir de fantasías cuestionables, y en el área social la cientificidad se mezcla con el activismo descontrolado.

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