Entré de primera, y sin dudar, corrí la deslucida cortina que colgaba a la entrada. En el lugar sólo había cuatro pelones, un par de mujeres con mucho maquillaje y poca ropa, ninguna decoración y escasa luz. Unas cuantas sillas y mesas plásticas estaban dispersas alrededor de la pequeña tarima donde se izaba el tubo. La razón para estar allí.
Con desconfianza y un poco nerviosos nos sentamos, dispuestos a ver el espectáculo. Nos habían dicho que estos lugares funcionan sin los permisos legales correspondientes, aunque están a la vista de todo el mundo. También nos dijeron que había rumores de que allí había trata de blancas. Todos estábamos a la expectativa.
Era obligado consumir. Pagamos Q25 por una Gallo, lo mismo que cuesta el galón de gasolina que venden de contrabando por todos esos lados. Solo que en este antro, la combustión de la cerveza con seguridad iba a ser mayor que la de la gasolina.
Nada parecía moverse allí. Un gatito gris era el único dueño del escenario, en ese momento. Sigilosamente se lavaba la cara, tal parecía que se estaba acicalando para iniciar su acto.
De repente, la música se agita y de la nada sube al escenario una negra exuberante y espectacular. ¿Una garífuna tal vez? ¿Hondureña o nicaragüense? De allí nos habían dicho que las traían. Su figura de ébano estaba escasamente cubierta por un pequeñito biquini a rayas, negro con blanco.
El acto comienza. La negra se mueve con erotismo. Al fondo, Michael Jackson, oportunamente entona, It’s close to midnight and something evil’s lurking in the dark. Nuestro travieso gatito juega graciosamente con las luces de colores que giran alrededor del escenario. Con agilidad insiste en atrapar alguna. Mientras tanto, la negra se desprende, con gracia felina, de sus prendas. Quedándose únicamente con un ínfimo tratipo que apenas cubría su vello púbico.
El gato y la negra, nos dan un excéntrico espectáculo. Ella se acerca con sigilo a dos hombres que están próximos a la tarima. Les conversa. El gatito se viene con nosotros y nos mira con sus ojos rellenos y grandes. Me hace recordar al gatito de Shrek, cuando pide una gracia. Creo que quería comida, o cariño. Acaso la negra también?
And though you fight to stay alive /Your body starts to shiver /For no mere mortal can resist /The evil of the thriller. El acto está por terminar. En un cierre espectacular, la negra se cuelga del tubo, y como una lanza sube sus pies, para luego como bailarina de ballet, bajar despacio haciendo un fouetté.
Le regalamos un aplauso genuino y salimos. Ella nos sonrió, con su sonrisa blanca. El gato ya estaba durmiendo en un rincón del escenario.