Concluyo mi comentario, iniciado en el artículo anterior, sobre la investigación Kem-t’isom, nuchaab’al (Tejido-bordado, mi voz), desarrollada por la arquitecta Aurora Chaj con una forma creativa de hacer indagación desde una perspectiva descolonizadora y con un aporte metodológico interesante.
En las conclusiones, la autora plantea: «Todo en el universo está interconectado. Una pieza musical podía bordarse o tejerse; todo bordado o tejido puede musicalizarse. Nuestra historia es importante en el presente por lo que somos capaces de rescatar, recordar y reinterpretar para el futuro. La arquitectura, con pertinencia cultural, debe observar desde adentro el arte más esencial de la vida: crear es recordar».
Esos planteamientos corresponden a una visión y entendimiento de totalidad que caracteriza la cosmovisión de los pueblos originarios y que desde inicios del colonialismo fue calificada de pensamiento salvaje debido a la soberbia de la civilización occidental y de su ciencia, que catalogaban todo aquello que no fuese europeo y cristiano como salvaje porque los dominaba el temor a lo extraño, a lo que no sabían ni comprendían.
El colonialismo degradó prácticas y saberes de los pueblos originarios a la condición de un pensamiento prelógico y precientífico (epistemicidio, lo llaman algunos científicos decoloniales). Por ello es importante acudir a los aportes de Claude Lévi-Strauss, reinventor de la antropología moderna, cuyo afán científico era demostrar que lo llamado irracional y presentado como desorden por la civilización occidental tenía un orden y que entre las que se consideran culturas primitivas y el Occidente no había gran diferencia. Agregó que los pueblos no occidentales tenían esquemas conceptuales que les permitían captar el mundo natural y social como totalidades orgánicas: «El pensamiento salvaje no tiene nada de salvaje. Por el contrario, es riguroso, sistemático y bien organizado».
En relación con el trabajo de Aurora (cuya investigación puede solicitarse aquí), Lévi-Strauss reflexionó sobre la manera en que ciertas obras de arte nos hablan a través de los sentidos. Por ejemplo, si la pintura de un lago evoca quietud, no es porque este simbolice o represente la quietud, sino que la quietud está ahí en la imagen del lago. Y eso es lo que trata de demostrar Aurora con el tejido maya: allí hay historias, luchas, conocimiento y cultura.
Los pueblos [originarios] comprenden intuitivamente que las propiedades observables de los objetos naturales son signo de propiedades ocultas.
La ciencia occidental plantea, a través de René Descartes, que su método de investigación «consiste en dividir cualquier problema analíticamente en tantas partes como se requiera para resolverlo, y examinando las partes se llega a la comprensión del todo». Lévi-Strauss contradice a Descartes planteando que el mal llamado pensamiento salvaje, por el contrario, consuma una visión esencialmente totalizadora. Agrega que, si no se entiende el todo, no se pueden explicar las partes.
Por ello los pueblos comprenden intuitivamente que las propiedades observables de los objetos naturales son signo de propiedades ocultas. Y aunque esto el Occidente no lo considera científico, permite ordenar el mundo de una manera viable. Lévi-Strauss añade: «En el mundo, el orden natural puede ser percibido tanto por los sentidos cuanto por las teorías científicas. Ambas son formas de comprender un objeto».
En la cosmovisión maya, el Kabawil, presente en los tejidos, significa precisamente la doble mirada que Aurora desarrolla como método, que demuestra que lo sensorial y lo teórico explican adecuadamente lo profundo del conocimiento, la historia, las resistencias y la sensibilidad implicados en los tejidos mayas.
Los tejidos van más allá de una simple propuesta estética, ya que, como señala Guzmán- Böckler en Donde enmudecen las conciencias, «siguiendo la lógica inclusiva, las abstracciones se desdoblan en estilizaciones, ideogramas y combinaciones de formas y colores con significados alternativos según las orientaciones, las posiciones y el trazo mismo de la representación, pero que poseen un denominador común: la capacidad de evocar, sintetizándolas, las verdades fundamentales». Además, en Colonialismo y revolución dice que los tejidos son «una forma magistral de resguardar la escritura y los conocimientos matemático-geométricos en sus simbolizaciones fundamentales […] Para proteger estos símbolos valiosos de la codicia de los extraños, se ponen a la vista de todo el mundo a efecto de que, por obvios, no sean notados. Permanecen mudos para quien ignore su significado y son evocadores permanentes para quienes sí los saben interpretar».
Y esa es la finalidad que nos sugiere el trabajo de investigación comentado: fortalecer el conocimiento, la fortaleza organizativa, la validez epistémica y la reivindicación permanente para la descolonización, entendiendo que el género humano es parte de la madre tierra.