Algo similar ocurre cuando de niños vamos descubriendo que los cuentos de Santa Claus, el Ratón Pérez, o la cigüeña que trae bebés desde París, son juegos de los adultos para alimentar nuestras fantasías o para evadir temas serios e importantes, como los de la sexualidad y la reproducción.
En mi caso personal hubo dos procesos paralelos: uno de experiencia de vida y otro más intelectual. En el primer nivel tengo memorias desde muy pequeño, momentos en los cuales uno acude a la divinidad y esta no le responde, ya sea en asuntos triviales o importantes. El niño con fe, que en su inocencia acepta la absurda idea de un Dios personal, se da cuenta que si este existe seguramente tiene asuntos mucho más importantes que atender y no le interesan nuestros “pequeños” problemas. Luego, al crecer, se da cuenta que tampoco ante las grandes preocupaciones de la humanidad interviene esa deidad que supuestamente se preocupa por su creación. Las guerras continúan, la miseria también, a lo que algunos responden diciendo que la creación se le fue de las manos al concederle libertad. En contraste, una explicación más sencilla emerge: la divinidad misma es una creación más de la imaginación humana.
Claro que también ha habido tragedias familiares que sólo han contribuido a confirmar la hipótesis más probable sobre Dios: tan sólo se trata de una creencia que nos da confort psicológico, nos ayuda a superar ciertos problemas de acción colectiva, restringe el comportamiento de algunas personas, y provee de explicaciones provisionales a todo aquello que nos cuesta comprender.
Por otro lado, la religión y la creencia en un “poder o autoridad superior” tiene una función menos loable, pues facilita el control social de pocas personas sobre los demás, por medio de la legitimación del poder político, económico y, sobre todo, ideológico. De esta manera, para el niño que poco a poco fue perdiendo la inocencia, todo termina en un tremendo fiasco.
A nivel intelectual la tarea ha sido más ardua, porque el escepticismo no se basa en la pereza mental, acomodaticia, sino todo lo contrario: se forja en la búsqueda de argumentos convincentes para uno mismo y para los demás. Es lo opuesto a los dogmas y al fundamentalismo que no cuestionan nada, que simplemente aceptan la autoridad con dócil obediencia, lo que se asemeja más a la sumisión intelectual que a la devoción sincera. Por eso el escéptico lo cuestiona todo, no solo en el ámbito de las creencias religiosas, sino en todos los demás dominios de la vida en sociedad.[i] Así, la lectura de un autor nos conduce a otros, y la necesidad de comprender mejor un tema nos abre nuevas ventanas de curiosidad hacia inexplorados mundos del saber. Por ejemplo, para entender el fenómeno religioso necesariamente se tiene que acudir a las ciencias cognitivas que nos ayudan a profundizar en el funcionamiento del cerebro humano.[ii] Ambos temas nos llevan a la coevolución biológica y cultural, y de vuelta a los problemas prácticos de la propagación del “meme” religioso, que posiblemente surgió hace unos 20 mil años, mutó radicalmente con la revolución agrícola de hace 12 mil años, y sigue reinando en las sociedades pre y posindustriales que coexisten en la actualidad.
Predomina la religión en su versión más agresiva, la del monoteísmo proselitista basado en libros considerados sagrados por haber sido, supuestamente, dictados o inspirados por un Dios con facetas de celoso y hasta violento, del que se originan monstruosidades históricas como la Inquisición y las Cruzadas, o más cercanas en el tiempo como la Jihad islámica y la Sharia, o ley moral del Islam.[iii] En Occidente hay grupos ultraconservadores que quisieran llegar al poder con el objetivo de implementar los equivalentes cristianos de sus contrapartes en el Medio Oriente. De corromperse la democracia a tal extremo, sobre todo en los Estados Unidos de América, no me extrañaría que el Armagedón, que tanto invocan para asustar a los incautos, fuera una profecía autocumplida. Por eso es necesario profundizar en el debate sobre estos temas.
[i] Por ello no titulé esta serie como “confesiones de un ateo” o de un “apóstata” –como lo había pensado originalmente.
[ii] En el tema religioso, por ejemplo: Dawkinns (2006), The God Delusion; Wright (2009), The Evolution of God; Harris (2005), The End of Faith; Boyer (2001), Religion Explained; Wade (2009), The Faith Instinct; Crossan (2004), In Search of Paul; Crossan (2007), God and Empire; Ehrman (2005), Misquoting Jesus; Page (1995), The Origin of Satan, y Silverblatt (2004), Modern Inquisitions. En el tema evolutivo, por ejemplo: Donald (1991), Origins of the Modern Mind; Kenneally (2007), The First Word; Mayr (2001), What Evolution Is; Coyne (2009), Why Evolution Is True, y Wilson (2012), The Social Conquest of Earth. En ciencias cognitivas: Pinker (2007), The Stuff of Thought; Brodie (1996), Virus of the Mind; Punset (2010), Por qué somos como somos; Mora (2007), Neuro-cultura, y también Mora (2009), Cómo funciona el cerebro.
[iii] De acuerdo con el Dictionary of Islam “jihad” se define como una guerra religiosa contra los no creyentes en la misión de Mahoma… necesaria para propagar el Islam y repeler el mal (tomado de Wikipedia). Aunque la interpretación de la “sharia” varía entre culturas, se considera como la infalible Ley de Dios —en oposición a la interpretación humana de la ley (también en Wikipedia).