Los invasores no buscaban apropiarse la tierra para hacerla producir, sino para extraer riquezas fáciles sin mayores transformaciones productivas, esclavizando a la gente, y de ahí deviene que seamos productores de materias primas para la exportación, sacrificando producción básica alimentaria y descuidando el mercado interno en beneficio de la producción externa que nos invade con productos elaborados y granos básicos que antes se producían localmente y medianamente garantizaban la seguridad alimentaria.
El modelo colonial-capitalista ha impulsado la pérdida de soberanía alimentaria, destruyendo potencialidades productivas propias, obligando al consumo cada vez más creciente de productos extranjeros, granos, aceites, leches, vestuario, bebidas, vehículos, equipos, distracciones, etc., todos ellos etiquetados con un marketing salvaje que manipula los sentimientos y pensamientos del consumidor para abrir las puertas a la producción transnacional y globalizada a través de grandes cadenas intermediarias que tienden a la apropiación de los mercados totalmente, haciendo desaparecer a pequeños comerciantes y productores.
Los fertilizantes químicos importados, prohibidos en el norte, se aplican indiscriminadamente por la desaparición de lo orgánico y su precio ha aumentado más del 100 % en un año encareciendo la producción agrícola local. La canasta básica (según datos oficiales) ha pasado de 3,400.00 a 4,830.00 quetzales, agudizando la crisis alimentaria de los más pobres.
Somos esclavos del consumismo, la nueva forma de colonialismo. Consumimos como ricos y producimos como pobres. El marketing nos hace alienados y felices en esta nueva explotación.
«El subdesarrollo es el efecto de la pérdida del potencial productivo de una nación, debido a un proceso de explotación y expoliación que rompe los mecanismos ecológicos y culturales de los cuales depende la productividad sostenible de sus fuerzas productivas y la regeneración de sus recursos naturales.
Una de las transformaciones de mayor trascendencia consiste en eliminar las prácticas agrícolas tradicionales, fundadas en una diversidad de cultivos y adaptadas a las estructuras ecológicas del trópico, para inducir prácticas de monocultivo destinadas a satisfacer la demanda del mercado externo (Leff, 1986: 155-159)»
Somos esclavos del consumismo, la nueva forma de colonialismo. Consumimos como ricos y producimos como pobres
La guerra entre grandes colonizadores, Estados Unidos y Rusia, utilizando el pretexto de defender soberanías y libertades, oculta las intenciones de controlar el mercado mundial de manera monopólica. Como consecuencia las cadenas de suministro de alimentos están colapsadas (ya estaban en crisis antes de la guerra) y los países pobres, que dependen de la importación de alimentos, serán los que sufran las consecuencias que se manifestarán con una creciente inflación sobre una sociedad mayoritariamente sin empleo o con empleos precarios.
El colonialismo se ha perpetuado bajo máscaras diferentes, pero ahí está. Basta recordar cuando se impusieron los tratados de libre comercio bajo la lógica liberal que, aprovechando que hemos tenido gobiernos entreguistas, establecieron la obligación de disminuir aranceles gradualmente, hasta llegar a cero, a la importación de maíz amarillo. Además, la producción de dicho grano es subsidiada en el norte, con lo cual los pequeños agricultores no pueden competir en precios, máxime que la agricultura básica no es del interés de los gobiernos de por acá.
La crisis alimentaria que enfrentaremos no es consecuencia directa de la guerra mencionada, ni de la escasez de granos básicos ya que Naciones Unidas y el Banco Mundial, han planteado que mundialmente hay suficiente producción para abastecimiento y que el problema, señalan expertos, es que la alimentación se volvió mercancía en el sistema global y producto de especulación en la bolsa de valores que convierten las cosechas en contratos de futuro formando parte de las carteras de los fondos de inversión: «El verdadero problema alimentario es permitir que un derecho vital como la alimentación dependa de un sistema de mercado capitalista controlado, literalmente, por 4 corporaciones.» [1]
La FAO, alerta sobre la crisis que se avecina y, derivado del histórico problema de la alimentación, muchos países ya se encuentran en una «fase catastrófica de inseguridad alimentaria» (Guatemala es uno de ellos).
La soberanía alimentaria se debe recuperar, para evitar que el hambre afecte a la mayoría de la población.
[1] Actualización informativa. PúblicoGT.com, 16 de junio 2022.