Le comento que el Artículo 16 de la Ley Orgánica del Presupuesto dice que “No se podrán adquirir compromisos ni devengar gastos para los cuales no existan saldos disponibles de créditos presupuestarios, ni disponer de estos créditos para una finalidad distinta a la prevista”. En palabras menos rebuscadas, el Estado no puede comprometerse a gastar en algo para lo que no tiene contemplados los recursos.
Por muy loables y bonitas que puedan ser las obras ejecutadas, el compromiso de pago por su realización sigue siendo ilegítimo y, quienes aprobaron su realización, deben ser investigados y perseguidos penalmente. Mi amigo Neto agrega que también es necesario intentar comprender qué motivaciones puede tener un contratista para arriesgar sus propios recursos. Es probable que el contratista sepa que la probabilidad de que el Estado declare ilegal su pago futuro es casi nula. Bueno, por lo pronto, ambos hemos construido algunos casos hipotéticos, de un país hipotético, para ejemplificar esas posibles relaciones entre contratistas y contratantes.
Caso 1) Juancho Martínez, contratista del Estado, se acercó a su amigo y ministro de Comunicaciones, Chepe Filón, para contarle bien ilusionado que ayer pasó por un municipio muy bonito. Cerró los ojos, se inspiró e imaginó que ese lugarcito perdido, entre las verdes montañas de su patria, se vería perfecto con una carretera de dos carriles: uno para ir y otro para venir. A Filón, también aficionado a soñar con echar asfalto por todos lados, le gustó la idea, pero le advirtió a su amigo Juancho que a estas alturas del año ya no hay recursos. ¡No te preocupés por eso, mi querido ministro! le dijo Martínez, me lo vas pagando como podás. ¡Si lo importante es hacer las cosas bien y bonitas! Pasa el tiempo, Filón sale del ministerio y Martínez llega a reclamar el pago, pues la carretera está y ya la usan diariamente en promedio 30 personas, tres chuchos, 15 gallinas y una avioneta.
Caso 2) Lopitos, como le dicen sus allegados, de profesión contratista del Estado, ha visto cómo con las últimas lluvias la carretera que construyó, sin cumplir ninguna regulación de calidad, se ha ido despozolando como pastel de milhojas. Antes de que otro colega contratista se le adelante, llama a su financiado político, quien es candidato a la alcaldía o futuro ministro de Comunicaciones -¡lo que Dios quiera!- para decirle que le va a entrar a la reparación de la carretera maltrecha, pues sus camionetas –es que también tiene negocio de transporte- se le están desgraciando. Como la tradición lo manda, el 15% de lo que se cobre al erario público va para ayudar a la campaña electoral que está en juego. Si te arriesgás, le dice el protegido y prometedor político, yo veo después cómo me las arreglo para que se te reconozca el pago y los servicios al partido, hoy en la oposición, mañana en el Gobierno… Pasa el tiempo y, como profecía, hay que respetar a toda costa los créditos. Si ayer no hubo recursos disponibles, previo a firmar el contrato, hoy igual hay que honrarlo: ¡la carretera, ahí está, ¿verdad?! ¡Entonces hay que pagarla!, para que el emprendedor empresario se sienta “seguro”, como las bolsas, como los barrios, como los bonos, bueno, ¡como todo en estos últimos días!
Caso 3) Un grupo de constructores de obra pública gris, entre los que se incluyen primos, esposas, hijos, abuelos, hermanos y demás parentela de diputados, financistas de campaña y personajes con tarjeta de privilegios para ejercer su poder económico tradicional en el ámbito de lo público, se acercan al ministro de Comunicaciones, para contarle que, en años anteriores, siempre se ha trabajado con base en la confianza. “Las obras se inician, se desperdician y se finalizan, a veces hasta sin contrato, por la pura confianza de saber que se persiguen los mismos intereses entre los contratistas o, como orgullosamente preferimos que nos llamen, desarrolladores de la imagen gris de la nación y los funcionarios del Estado involucrados en el tema. ¿Qué está pasando ahora, pues?”. El ministro los tranquiliza y sonríe con esa sonrisa perfeccionada para ser conductor de televisión. “No se preocupen, lo que tenemos que hacer, no son reclamos, sino cálculos, pues una vez en el Congreso, seguro que encontramos el apoyo para que se apruebe la emisión de Bonos del Tesoro”. Y termina viendo hacia el cielo y con tono como de quien quiere meter cuerda para sacar listón: “les cuento que algún día no muy lejano, me gustaría ser presidente de esta hermosa tierra de oportunidades para todos…”.
De estos tres casos expuestos, ¿cuál o cuáles dan como resultado la existencia de compromisos ilegítimos de pago para el Estado? Le dejamos, Neto y yo, la petición de que reflexione sobre el tema y, si quiere construir sus propios e hipotéticos casos, ¡este también es su espacio de expresión!