Mientras escribo estas líneas, estoy escuchando a Joy Division con Love will tear us apart (1980).
Alrededor de este grupo y del suicidio de Ian Curtis – su vocalista– se ha tejido un culto, que si bien no atrae al cementerio de Macclesfield a las multitudes que sí peregrinan a Père Lachaise, sí ha creado un flujo de narraciones que buscan explorar en la compleja arquitectura de una depresión construida sobre la banda sonora post-punk.
La lápida de Curtis contiene la fecha de su muerte y reza «Love will tear us apart», para ponerle un punto aparte a una historia sobre la que se ha escrito mucho.
Curtis se suicidó mientras escuchaba The Idiot el álbum de Iggy Pop. La tragedia sucedió un día antes de una gira por los Estados Unidos, que se podía avizorar como el promisorio éxito comercial que se ofrecía a la banda. Peter Hook, el bajista de la banda, en su libro Unknown Pleasures: Inside Joy Division (2012), narra en primera persona la complejidad de la relación de los miembros de la banda con la fama que llega de pronto, después de dos buenos álbumes y como lo desbordó todo.
Las memorias de la viuda de Curtis, Deborah Woodruff, tituladas Touching from a Distance publicadas en 1995, dan cuenta que Curtis habría decidido dejar Joy Division luego de la grabación de Love will tear us apart, cuyo título ella misma habría escogido. Curtis creía haber alcanzado su techo. Un par de meses después sucedió la tragedia. Woodruff habla sobre la depresión de Curtis y admite que las señales aparecieron demasiado tarde para hacer algo.
Love will tear us apart, fue publicada dos meses después de la muerte de Curtis. En su estructura, no corresponde al resto de la producción de Joy Division. Su éxito comercial viene de un sonido que Hook califica como pop, en el cual se incluyeron sintetizadores –eran los ochenta– que reemplazaron los duros riffs de guitarra de otras canciones de la banda como Disorder (1979).
Se hace evidente un sentimiento de fragilidad que no se compagina con la propuesta punkie
En la interpretación de su lírica When routine bites hard/ And ambitions are low/ And resentment rides high se hace evidente un sentimiento de fragilidad que no se compagina con la propuesta punkie de una banda que eligió su nombre de una oscura referencia a la esclavitud sexual en los campos de concentración nazi. La canción narraría también la relación amorosa de Curtis con Annik Honore.
Control, el documental sobre Joy Division presentado en 2007, explora en las profundidades de la banda y la vida de Ian Curtis y forma parte de un extenso legado
Al terminar estas líneas, una historia amarga como esta, le da un marco aún más irónico a las líricas de la canción Let´s Dance to Joy Division, de The Wombats que narra las sorpresa del vocalista, al volver a Liverpool después de unos años fuera y encontrarse en un bar en el que la concurrencia se levanta emocionada a bailar los acordes de Love will tear us apart… «Let’s dance to Joy Division/And celebrate the irony/ Everything is going wrong/ But we’re so happy», dice la canción…