Bicentenarios

Al empezar estas líneas en mi cabeza exploro Nothing as the Ideal, el álbum lanzado en septiembre de 2020 por All Them Witches, y me detengo en Lights Out, que me acompaña mientras hago el viaje de vuelta a casa al final de la tarde, conduciendo entre calles y avenidas que mis retinas no reconocen.

La ciudad que habito se transforma una vez más. De ello queda constancia en las casas art deco que ceden su lugar a estructuras verticales de aluminio y de cristales ahumados que transforman el paisaje urbano en un animal diferente y que, al parecer, prefieren vender la idea de que son modernidad que mirar desde las alturas hacia el asfalto.

Y a ese perverso juego de la memoria le da marco el sonido de la psicodelia, más vivo y versátil que nunca.

Ya frente a la computadora escribo estas líneas y recuerdo los festejos y las polémicas que hace un par de semanas levantaba la conmemoración del bicentenario en el Istmo. Como sucede con muchos otros temas, en sociedades en las cuales la atención del público es efímera, la discusión pertenece al pasado. Y tendría un certificado de defunción incluido si no fuera por las campañas publicitarias y las ofertas comerciales que durarán lo que dure septiembre.

La disputa en redes sociales entre quienes afirman no tener nada que celebrar y quienes reivindican un tiempo heroico para reivindicar el espíritu nacional se convirtió en otro escenario de esos bandos enfrentados que dialogan usando la lógica de grupos de hooligans cuyos caminos se cruzan mientras se dirigen al estadio.

El dinosaurio sigue estando allí pese a que las celebraciones se apaguen y […] seguirán estando allí en las fiestas patronales de las ciudades o en el diciembre de los miles de festejos.

La reivindicación heroica del nacionalismo, que acompaña las celebraciones del bicentenario, construye una visión de la historia que se convierte en una calle en un solo sentido y que es altamente maleable. Algo similar ha sucedido en la Rusia de Putin con las figuras de los zares. En Sudamérica, la apropiación de las figuras de Bolívar y de Sucre se convirtió en una causa de Estado para un chavismo que necesitaba íconos que vender. A la vez, las alabanzas a los próceres como hombres de ideas preclaras y de visión avanzada para sus tiempos, que se incluyen en los textos escolares, brindan ideas caricaturizadas de los diversos intereses en juego en el momento de la independencia.

Sin embargo, estos últimos 200 años saludan desde cualquier esquina de las capitales del Istmo. Da lo mismo si son los deportados devueltos a través de un paso fronterizo precario en el Petén, los ejércitos de vendedores informales en la carretera norte en Managua, el señor con el cartel de «busco empleo» en un semáforo del centro de Tegucigalpa o las banderas blancas en las rotondas de San Salvador.

Todas esas señales quieren recordarnos que el dinosaurio sigue estando allí pese a que las celebraciones se apaguen y que seguirán estando allí en las fiestas patronales de las ciudades o en el diciembre de los miles de festejos. Esas multitudes, que son mayorías, no viven del debate académico o de los hilos en las redes sociales. Esas discusiones resultan totalmente triviales en el contexto.

Termino estás líneas escuchando a Iron Maiden con Writing on the Wall (2021).

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