BHL (2)

En el último artículo publicado en esta columna, refería a la conceptualización más moderada de Bérnard Henry-Levi con respecto a las izquierdas. Izquierdas que retoman el pasado anti-fascista pero aceptan una necesaria existencia no solamente con determinadas formas de libertad de consumo sino además alianzas de principio a los reclamos del liberalismo político.

Son izquierdas que de cierta forma, interiorizan formas de democracia puntual,[1] derechos humanos y aceptan la categoría de individuo como válida.

Desde el universo no homogéneo de las izquierdas (sobre todo las latinoamericanas) la anterior posición no es la más común. Pero donde hay presencia de estas ´izquierdas liberales´ es muy claro que este ejercicio de revisionismo enriquece increíblemente. Dicho un tanto más claro, la cuestión está relacionada con el imperativo, desde la izquierda liberal, de mantener el pensamiento crítico (y el espíritu de permanente crítica) por encima de las visiones ideológicas.

Pues esto destapa literalmente pogroms. Desde una posición de izquierda más moderada, por ejemplo, referir la cuestión de los derechos humanos en Cuba, o recordar que la lectura de Gramsci estuvo prohibida en la isla durante buen tiempo, son cuestiones que deben decirse públicamente aunque el proyecto castrista tenga valor simbólico para las viejas izquierdas. Argumentar que buena parte de las articulaciones políticas de izquierda en América Latina siguen teniendo mentalidad de ´cuartel´ (piramidales, caudillistas y con pocos grados de democratización interna) es también una crítica necesaria aunque, generadora de enemigos. O por ejemplo, la referencia a los crímenes cometidos por el stalinismo en contra de la propia población rusa o la salvaje represión soviética hacia los trabajadores polacos y alemanes ´del este´ ¿Se justificaba en razón de los intereses estratégicos? Hago el debate más complicado. ¿La manera actual como la Rusia de Putin trata a la oposición política y a los colectivos gay-lésbico es aceptable? Las izquierdas latinoamericanas celebran la cercanía rusa en América Latina, pero no critican los residuos autoritarios. A mí me parece que criticar primero el autoritarismo dentro de las articulaciones hegemónicas, allegadas a las metas políticas de izquierda, es quizá más importante que criticar las visiones hegemónicas opuestas.

Pero al respecto de todos los temas complicados, quizá el referido al conflicto palestino-israelí sea uno que resulte muy complicado.

Hace exactamente una semana, durante la primera gran manifestación en París en contra de la avanzada militar israelí en Gaza, los ánimos se caldearon al punto que la turba estuvo a punto de incendiar una sinagoga con personas dentro de ella. En dicha manifestación había colectivos de la izquierda francesa que luego del gravísimo hecho no se manifestaron en contra de lo sucedido. Incluso, un representante del Partido Ecologista francés afirmó en entrevista pública que (y cito): ´… frente a la operación militar israelí en Gaza, es comprensible que los manifestantes griten muerte a los judíos´. Tampoco las jóvenes articulaciones de izquierda en España como Alianza Republicana o Podemos se manifestaron a este respecto, como sí lo hiciera por ejemplo la vertiente más republicana del PSOE. En Francia, únicamente BHL se manifestó públicamente al respecto, recordando lo grave de las expresiones antisemitas.

Sobre el tema, me parece importante referir a que, lo primero que debe indignar es el altísimo número de civiles muertos, de ambos lados.

Ahora bien, hagamos la necropsia del caso. Si somos congruentes con los elementos definitorios de la izquierda, la oposición a todo tipo de nacionalismo debería hacernos no simpatizar con ni con el sionismo ni con el pan-arabismo. Pero de fondo hay un conflicto entre dos articulaciones sociales diferentes: Israel como producto de la Ilustración Occidental expresada en el sionismo secular-socialista y, el proyecto palestino como resultado de la desintegración del Califato. Se puede también reconocer al mismo tiempo, que ambas articulaciones políticas, al provenir del tronco monoteísta expresan visiones de mundo que tienden a excluir al ´otro´.[2] También es posible afirmar que la identidad israelí, al igual que la identidad palestina son artificiales (aunque no menos legítimas). Pero al mismo tiempo han aparecido de forma paralela[3] y es en tal sentido interesante la incapacidad de vivir ´hombro con hombro´.

Es aquí precisamente en donde realizo un esfuerzo personal y crítico, que al mismo tiempo ha sido aceptado también por la mayoría de los intelectuales israelíes y las voces moderadas en Israel. La ocupación israelí en la Rivera Occidental, y el bloqueo a Gaza son mecanismos de control biopolítico (plagio la expresión del propio Slavoj Žižek) que permiten a Israel jugar con la vida cotidiana de cinco millones de palestinos. Hay aquí de fondo una pregunta muy compleja. Si uno hubiese nacido palestino, ¿También tiraría una piedra? Autores moderados[4] en el ala palestina como Edward Said incluso, al final de su vida lanzaron más de alguna….

Yo personalmente no sé si, al levantar el bloqueo o al concluir la ocupación, desaparecerá la violencia terrorista. Pero sí estoy de acuerdo con las voces críticas israelíes de autores como Shlomo Avineri, David Grosman y Amos Oz que vaticinan que el único resultado directo de la ocupación es introducir a Israel en una espiral muy complicada porque las campañas militares serán cada vez más sangrientas y la oposición internacional a Israel le puede convertir en un Estado paria.

También es cierto que desde las izquierdas, sobre todo las moderadas, así como se critica el hambre y miseria que la ocupación israelí generan, también se debe criticar férreamente la simbología de la violencia articulada en grupos como HAMAS. La causa palestina no es la causa yihadista de este último grupo, que con base a manejos autoritarios del poder poco ha hecho en materia de derechos de las mujeres, ha ejecutado públicamente y sin juicio alguno a ´colaboradores de Israel´ y, sobre todo, a desplegado simbología que utiliza a niños cómo futuros ´cinturones bomba´. Y esto es aberrante. En efecto, estoy atreviéndome a decir que hay formas legítimas y justas de hacer ´resistencia´. Una cosa es dirigir la violencia hacia el enemigo legítimo, (como Said lanzando una piedra hacia el ejército de ocupación) y otra muy diferente es involucrar intencionalmente a los civiles. Imagino que se me podrá criticar por afirmar esto, pero a mí me parece que hay formas de resistencia más justas y con mayor legitimidad que otras. Porque la izquierda no puede dejar de ser racional cómo lo sugiere BHL. No pueden las izquierdas modernas volver a caer en la trampa del antisemitismo ni tampoco en sacrificar vidas civiles por la ´causa´.

Yo no considero que haya una política de genocidio hacia la parte palestina, aunque si son razonables los señalamientos de crímenes de guerra cometidos de forma involuntaria durante esta incursión. Tampoco considero que Israel sea un Estado ´appartheid´.[5] Pero sí considero que la ocupación le ha desgastado, y ha transformado la percepción del ´pequeño Estado´ surgido de las cenizas del gueto de Varsovia a la percepción de un Estado agresor. Israel estaba llamado a ser ´luz para los gentiles´. Uno sólo puede preguntarse qué sería de esa parte del mundo si Isaac Rabin estuviese aún vivo y los Acuerdos de Oslo hubiesen producido la paz. Es una pena que Rabin esté muerto.

Y es una pena también que en la contraparte palestina tampoco haya un ´Rabin´.



[1] Yo menciono algunas cualidades: democracia competitiva, rechazo de los partidos hegemónicos y respeto a la oposición legal-legítima.

[2] La base del monoteísmo, la creencia en un solo dios verdadero, genera por fuerza la expresión violenta hacia lo que rivalice con el dios ´verdadero´. En realidad, el mundo antiguo politeísta pre-cristiano eran mucho más tolerante. De hecho, uno de los proyectos politeístas más exitoso en la historia política lo constituyó Roma, pues fue capaz de permitir una convivencia pacífica en una urbe que contaba con más de 30,000 dioses aceptados. John Gray recuerda acertadamente que la tolerancia propia del liberalismo no es en realidad liberal, sino de origen pagano. Es importante que la izquierda retome el concepto de tolerancia ´liberal´ hacia visiones de mundo y articulaciones políticas con las cuales se puede estar en desacuerdo pero, si la tolerancia protege la convivencia pacífica, ¿No es la dignidad de la vida humana superior a las visiones ideológicas? Pues las purgas a lo interno de muchos partidos ´revolucionarios´ olvidaron lo anterior.

[3] No niego la evidencia arqueológica de presencia judía en Israel y la presencia musulmana en el mismo territorio. Lo que afirmo es que, estos reclamos históricos nutren visiones de identidad que son modernas y articulan formas modernas: Estados, fronteras, mitos nacionales, religión oficial, lengua común. Esto último es muy interesante con respecto al caso de Israel. Fue necesario revivir el hebreo ya que era lengua muerta reservada a la liturgia. ¿Cómo podía la lengua del Antiguo Testamento nombrar conceptos modernos como teléfono o micrófono? Hubo que darle nombres ´hebreos´ a los próceres del Estado para construir identidad; David Ben Gurión se llamaba David Greene originalmente y tomó el nombre Ben Gurión (hijo del León); el padre del actual Primer Ministro israelí, Benjamin Nentahayu, tenia de apellido original Mileikowsky y lo cambió en 1944; Golda Meir tenía de apellido original Golda Mabovitch. Los tres anteriores son inmigrantes a la Palestina del Mandato que ´hebraízan´ sus nombres. ¿Para qué? Para ir creando la identidad ´israelí´. Por el otro lado, la mayoría de los palestinos antes de 1967 eran jordanos, y antes de 1920 eran parte del Imperio Turco Otomano y durante el Mandato Británico (1921-1947) eran ciudadanos de tercera. Estas nuevas identidades artificiales fueron la forma de emancipar a estos dos colectivos. La cuestión no es la legalidad del reclamo, sino que no es posible ni ético hacer regresar a ´los judíos a Polonia´ ni tampoco negar que hoy hay una identidad palestina.

[4] Edward Said fue un crítico y teórico literario, además de activista palestino. Es una de las referencias más respetadas en cuanto al Orientalismo. Lo tildo de moderado porque, si bien es natural que haya hecho una crítica a la ocupación, también fue increíblemente crítico del resto de países árabes por no hacer nada en mejorar la vida de los palestinos. Said lo entendía bien: ´Si Israel es un modelo de desarrollo fuertemente apoyado financieramente por Estados Unidos y el lobby judío, ¿Por qué las grandes fortunas saudíes no podían hacer lo mismo con la causa palestina?’.

[5] Algo que me llamó poderosamente la atención al visitar la Universidad de Tel Aviv fue la enorme cantidad de estudiantes árabes que había en el campus. Muchos de ellos, si no todos, becados. Ciudades israelíes como Haifa son modelos de ciudades integradas, donde israelíes judíos e israelíes árabes conviven de forma pacífica. No veo el deseo de excluir y eliminar a los árabes israelíes (palestinos en esencia….) del espacio público. 

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