Las características de ese ataque deben analizarse con bastante cuidado y no poca preocupación por cuanto que, la acometida, no fue provocada por algún hecho que hiciera a la colonia sentirse amenazada. A decir de testigos presenciales, la colonia o las colonias que llegaron a la aldea provenían de un cerro cercano.
Las avispas eran miles. Descargaron sus aguijones y retornaron quién sabe a dónde. Los panales que coexisten en el lugar son de abejas y éstas, durante la arremetida, permanecieron en sus celdillas.
Estas especies de himenópteros, —abejas y avispas—, no atacan si no se sienten amenazadas. Según los habitantes, nadie provocó al enjambre. Y razón tienen. La agresión fue en horas de trabajo, los adultos estaban en el campo, las mujeres en sus quehaceres domésticos y los niños en la escuela. De tal manera, los afectados fueron mujeres, infantes en edad pre-escolar y ancianas. Ganado aviar y animales domésticos también fueron afectados.
El ataque fue virulento y varias personas hubieron de ser trasladadas al Hospital Regional de Cobán, algunas, al borde de un choque anafiláctico.
Una acometida de tal naturaleza se entiende cuando alguien provoca a una colonia, Vg. apedrear un panal. Ello no ocurre en el área rural. Allá se convive pacíficamente con la naturaleza. Usualmente, es en las áreas citadinas donde, por desconocimiento, se cometen tales torpezas.
Ciertamente, hay factores que predisponen a un enjambre para atacar: Calor excesivo, particularmente en campo abierto; ruido provocado por sierras electromecánicas o ciertos zumbidos que provocan antenas de teletransmisiones; el sonido de podadoras e incluso, esa resonancia muy particular que emiten algunos cables de transmisión de energía eléctrica. La mayoría de estas causas, como puede colegirse, provocadas por el ser humano.
En Centroamérica, a las emergencias de los hospitales llegan pacientes víctimas de enjambres entre una y dos veces por mes. La agresividad de las colonias es cada vez mayor y esta pérdida de control sobre abejas y avispas es un claro signo de que hemos provocado un serio deterioro ecológico al planeta. De mantener la constante, ¿qué nos espera si no el caos?
La pérdida de hábitats provoca descontrol en muchas especies. En Guatemala, la tala de árboles es su causa principal. Y las talas son tan agresivas que, de no detenerse, en ciertos lugares de América del Sur y Centroamérica, no habrá bosques para el año 2060. De continuar así, el mundo entero tendrá serios problemas de aireación dentro de 50 años.
¿Y qué decir del uso de plaguicidas en el interior de los países de América Latina? Aparte de que su inadecuado manejo acaba con muchos hábitats, la cauda de muertes que dejan es enorme. El envenenamiento se da por inhalación, por consumo de alimentos y líquidos contaminados o, por absorción a través de la piel y mucosas. Los niños son los más afectados porque entran en contacto con tales sustancias por medio del agua ya que, proporcionalmente, por sus procesos de crecimiento, consumen más que los adultos.
Difícil es creer y más penoso aceptar que la actividad forestal y agrícola no pueda realizarse sin alterar el orden de la naturaleza. El problema radica en que —aparentemente— habría de invertirse más dinero para llevarla a cabo de esa manera. Empero, la realidad es otra. El trasfondo de la clandestinidad de tales industrias: Deforestación, uso de plaguicidas sin control, mal manejo de los recursos hídricos y otras que tal parece, corresponden a los afanes no de cuatro sino muchos jinetes del Apocalipsis, está asentada única y exclusivamente en la ambición del ser humano, en el deseo insano de hacerse de dinero fácil y a corto plazo.
Así las cosas, no debe extrañarnos que sigan sucediendo hechos como el acaecido la semana pasada en la aldea Chiyux, de San Pedro Carchá, Alta Verapaz.
A la luz de lo sucedido, el axioma: “Dios siempre perdona, el hombre a veces perdona, pero la naturaleza nunca perdona”, quizá debamos los humanos considerarlo con más respeto y menos escepticismo.
Los habitantes de aquel poblado, muy a tono con el apotegma entrecomillado en el párrafo anterior, realizarán el miércoles de esta semana un Mayejak, una ceremonia sagrada de desagravio al cerro. “Quizá esté enojado” me dijo un amigo q’eqchi’ refiriéndose a lo que se le ha hecho, desde su exterior hasta sus entrañas.
De acuerdo a lo dialogado con mi amigo q’eqchi’ —reflexión y pensamiento— cabe preguntar: ¿De dónde llegaron las avispas?, ¿por qué atacaron?
Quizá la pregunta sólo la pueda responder el cerro.