«¡Alto, pare, mire, oiga!»

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Recordar las causas históricas de las guerras internas que sufrieron las naciones latinoamericanas en la segunda década del siglo pasado se hace necesario para no repetir las conductas humanas que propiciaron aquellos conflictos.

La respuesta a esas conductas se decantaron por la vía de la violencia. Esas manifestaciones acometieron los órdenes estructurales, políticos y sociales. Y como si el tiempo hubiera regresado, en Guatemala estamos tal cual 50 años atrás. Los orígenes de los conflictos que estamos sufriendo «[…] tienen cinco fuentes: económica, política, ideológica, religiosa y étnica». (C.E.H.: 1999:82, numeral 228).[1]

De nuevo, los estigmas coloniales de las relaciones económicas, culturales y sociales están provocando que sean jerárquicas y ahora, con características propias de cada región en cuanto la expoliación de los territorios y de sus habitantes. El Estado volvió a ser racista y excluyente. Esta exclusión está marcada por los procesos de marginación y rezago en la prestación de servicios básicos, desarrollo de capital humano y acceso a los beneficios sociales. Hoy, como hace 50 años, las intimidaciones procedentes del Estado apuntan de manera inmisericorde hacia los pobres, hacia los excluidos y hacia los pueblos indígenas que defienden sus ríos, sus cerros, sus montañas y sus valles.

Para lograrlo, quienes están detrás de esas felonías restringen la formación de un país democrático y perpetúan aquellas estructuras de poder que tienen como característica la explotación de los recursos de los pueblos y la exclusión de estos que, encima de escamoteados en sus bienes y derechos, son perseguidos a manera de grupos delincuenciales.

Como si los contextos anteriores fueran pocos, a la suma de las causas históricas de la guerra interna se están sumando otros fenómenos sociales, religiosos y políticos determinados por el mal manejo de la pandemia de COVID-19 por parte del gobierno de Guatemala. La pobreza se ha acentuado y los pueblos del interior de la República no tienen un acceso justo y equitativo a la educación. Encima de ello, la falta de certeza en cuanto la tenencia de la tierra se ha convertido en el día a día de muchas comunidades.

Hoy, como hace medio siglo: «La cultura antidemocrática tradicional de los gobiernos sigue siendo el resultado de la aglutinación de relaciones sociales exageradamente violentas, de las estructuras económicas excluyentes y de la falta de espacio para la participación política y social. Hoy, como hace medio siglo, los organismos de justicia siguen siendo débiles, corrompidos y parcializados»[2]. Además, están signados por el irrespeto a los derechos humanos.

Estamos en un momento de crisis mundial y debemos evitar perdernos en ese mar de peroratas de los pseudo políticos

Parece chiste, pero el miedo al comunismo sigue siendo utilizado por las personas interesadas en mantener una hegemonía racial y económica. Se aprovechan de aquellas mayorías que ignoran que Rusia ya no es la Unión Soviética y que allá domina una oligarquía putinista al mejor estilo del trumpismo.  Y para terminar de romper la pita, esas mayorías (cuyo medio de protesta son las redes sociales) se muestran más preocupadas por los pleitos entre las superpotencias (que detonan conflictos internos en los países pobres cuando les conviene) que por los grandes atrasos que padecemos.

Los seres humanos tenemos suficiente inteligencia para discernir. Estamos en un momento de crisis mundial y debemos evitar perdernos en ese mar de peroratas de los pseudo políticos que ya se alistan para contender por los puestos públicos de elección popular a título de muñecos de ventrílocuo, eso sí, con mucho dinero en la bolsa proveniente del sumidero del infierno. Su propósito es confundir y dividir a las poblaciones en uno de los momentos más cruciales de nuestra historia.

Recordemos los letreros que había en las ferrocruzadillas de los trenes en Guatemala durante la segunda mitad del siglo XX. Decían: «¡Alto, pare, mire, oiga!». Así, después de detenernos, observar y oír podremos discernir y obrar en consecuencia.

 

[1] C.E.H. (1999). Causas y orígenes del enfrentamiento armado interno. Informe Guatemala, memoria del silencio. Guatemala: Unops.

[2] Guerrero Pérez, Juan José. (2005). La canción protesta latinoamericana y la Teología de la Liberación. Estudio de género musical y análisis de vínculo sociopolítico y religioso (1968-2000). Caracas: Monte Ávila Editores Latinoamericana.

 

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