Yo me quedo con los amigos hechos, con Álvaro, Alberto o Luis; con los tuiteros no tan anónimos y los almuerzos de coyuntura; con las marchas, las antorchas, los recursos, las reuniones y los chats.
Yo me quedo con los grandes casos que nos mostraron a la verdadera Guatemala: la del soborno, el expolio y la dependencia; la de las redes corruptas; la de las conveniencias; la de la vista a otro lado; la heterosexual, inmortal, anticomunista, camisa blanca y conciencia negra; la de las miradas que nunca bajan; la de las champurradas; la de los insultos y netcenters.
Yo me quedo con el hashtag #PactoDeCorruptos y las reuniones en el paraninfo, con las amenazas y los insultos de todo espectro y con Plaza Pública. Me quedo con este espacio y con esperanza.
Yo me quedo con las conversaciones en la calle, las llamadas a la radio, la llegada de Otto a tribunales o Baldetti escondida en el hospital. Me quedo con la mirada furiosa de Arzú en la conferencia de prensa y con el Congreso sitiado.
Me quedo también con las marchas campesinas; con el paro nacional convocado desde la base; con las calles llenas confluyendo en el centro cívico, las consignas, las batucadas, las banderas de mil colores, la emoción del encuentro, las lágrimas de felicidad.
Yo me quedo con la cobardía de las élites y con la certeza de su indiferencia. Su país no lo conozco. No es el mío. No es el nuestro.
El pacto no ganó. Estamos despiertos. Estamos atentos. Seguimos luchando, amando, creyendo. No somos miserables. Hay gente buena, gente feliz, gente sin ninguna otra intención que conquistar y proclamar la existencia por fin de un país. Y esa es la diferencia: la felicidad simple de la risa amistosa, del encuentro sincero, de la complicidad inexplicable.
Yo me quedo con la cobardía de las élites y con la certeza de su indiferencia. Su país no lo conozco. No es el mío. No es el nuestro.
No hay diálogo posible porque perseguimos distintas cosas: la ética, la inclusión, el desarrollo, la solidaridad, la igualdad, la responsabilidad. Buscamos decir las cosas por su nombre y se las decimos:
Corruptos, asesinos, ladrones, cooptadores, obsesos, manipuladores, impunes, ineptos, cínicos, amargados, gatilleros, cobardes, testaferros, vendedores de humo, manipuladores, violadores, violentos, inescrupulosos, mañosos, despreciables.
Podrán escudarse en China o Taiwán, en Washington o Jerusalén, en mil embajadas, congresistas, senadores, pastores, apóstoles o ungidos. Podrán reunirse en templos o en ruinosas oficinas de sótanos estatales. No importa. Los reconocemos firmes al lado del presidente elegido por la gracia de Dios o aplaudiéndole en hoteles cinco estrellas. Todo está muy claro.
Los reconoceremos cuando hablen de la persecución penal selectiva, del sesgo ideológico evidente, del terror judicial, de la justicia selectiva para intimidar a la ciudadanía, de la vulneración de la independencia judicial, de la manipulación de la justicia, de la presunción de inocencia y del debido proceso cada vez que digan eso. Los reconoceremos como integrantes del pacto de corruptos. Ya no nos engañarán. Es su santo y seña para entrar al reino impune de su Guatemala, la Guatelinda, la Guatehermosa.
Ustedes váyanse si quieren. Yo me quedo a apagar la luz cuando ya nada quede.
Besos a todos (a todos).