Queremos que se organice un Mundial de fútbol en Israel, pues a pesar de los recursos económicos que tal negocio deja a sus organizadores, empresas y gobiernos, puede ser el primer paso que haga posible modificar y cambiar de una vez por todas las noticias que inundan a diario nuestras pesadillas, y que en vez de presenciar el odio de pueblos hermanos, demos paso a una competición en la cual el juego sano y educativo sea la base fundamental de toda nueva relación.
Que el lenguaje de guerra y de amenazas sea sustituido por el de un juego fraterno. Que dejen de fabricar uniformes militares y se dediquen a repartir pantalones y zapatos deportivos. Que en el barrio veamos a hombres y mujeres corriendo felices y alegres tras un balón, y no huyendo despavoridos tras escuchar la sirena de alerta que precede un bombardeo.
Que se construyan estadios con capacidad y condiciones suficientes de recibir a seguidores de ambos equipos para que a pesar de sus diferencias disfruten juntos de un espectáculo deportivo. No queremos más muros de la vergüenza que dividan a hermanos de sangre por diferencias absurdas.
Que lancen al cielo pelotas de fútbol cuya estructura sea el nuevo panelado exterior y la singular simetría de los seis paneles idénticos, que ayudan a mantener el control y estabilidad en el terreno de juego*. No queremos ver misiles reventando el suelo y destrozando a cualquiera que se interponga en su cruento e impreciso final.
Que nos acostumbren a escuchar y obedecer las reglas del árbitro, quien siendo imparcial debe anotar todos los incidentes ocurridos antes, durante o después del partido, como, por ejemplo, las infracciones de los jugadores que fueron amonestados o expulsados, la conducta antideportiva de oficiales, aficionados o cualquier otra persona que actúe en nombre de una asociación durante el partido o cualquier otro incidente. No queremos que los mismos de siempre alienten a otros a seguir haciendo caso omiso de las resoluciones condenatorias del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidad (ONU) sobre las acciones de aquellos que siguen a todas luces jugando con tarjetas rojas.
Que nos enteremos que parte de nuestro compromiso consiste en jugar con deportividad, proceder de forma no violenta y respetar la autoridad de los oficiales de partido. Que al respetar estos principios, la lucha contra la discriminación y el racismo saque a la luz lo mejor de cada ciudadano. No queremos más fotografías que demuestren alegría y entusiasmo de unos ante las escenas de dolor y sufrimiento de otros.
Queremos ver en la competición y en cada partido las banderas de los participantes para que escuchemos durante 90 segundos y de forma ceremoniosa ambos himnos nacionales de conformidad con el protocolo establecido. No queremos quemar y agredir a otros seres humanos por cantar y vestir colores distintos al nuestro.
Que podamos exigir a los jugadores que durante el partido no puedan llevar ningún objeto que sea peligroso para ellos mismos o para los demás jugadores.
Queremos que se organice un Mundial de fútbol en Israel para que dejen de construir tanques y planifiquen centros deportivos en los cuales disfruten de partidos amistosos con sus vecinos.
Y si en tal labor se pidieran voluntarios, con seguridad seríamos cientos las personas de todo el mundo que ofreceríamos con generosidad y total disposición nuestro tiempo para hacer realidad el espíritu deportivo, fraterno y festivo que provocaría un Mundial en Israel.
*En cursiva frases del reglamento Brasil 2014 de la FIFA