Una ciudad que da envidia

Medellín, una ciudad para leer; Medellín, una ciudad moderna y primaveral; Medellín una ciudad de progreso; Medellín, una ciudad en la que el mundo cree. Estos son solo algunos de los mensajes que el Gobierno antioqueño (departamento del cual forma parte la ciudad de Medellín) le envía a sus ciudadanos.

No fue sino hasta la semana anterior que pude constatar con mis sentidos la belleza de esta ciudad, pero sobre todo pude probar que era cierto que esta ciudad era una ciudad modelo, una ciudad digna de envidia.

La ciudad de Medellín era conocida como la ciudad más violenta del Mundo, quizá un poco exagerado pero definitivamente fue una de las ciudades más violentas de América Latina.  Además, esta ciudad experimentó el crecimiento y evolución del narcotráfico a través de Pablo Escobar.  Yo también la relacionaba con el libro de Fernando Vallejo, «La virgen de los sicarios», que posteriormente hicieron película, en donde el miedo y la violencia en un entorno latino eran personificados en esta ciudad.  Eso era Medellín.

Sin embargo, Medellín dejó de ser un espacio urbano en donde convivían personas y se convirtió en una ciudad. Las razones de esto pueden atribuírsele a un despertar de la población, harta de tanta violencia, a los empresarios que invirtieron en la ciudad para darles una mejor calidad de vida a los ciudadanos, o bien al Estado que decidió invertir en capital humano.

Todas esas cosas han contribuido, yo no sabría decir cuál en qué medida pero en mi corto viaje por esta ciudad escuché una frase que al día de hoy me retumba en los oídos, refiriéndose a los proyectos  de vivienda prioritaria y vivienda de interés social, alguien dijo que –antes en Medellín a los pobres se les quería… pero muy de lejos.

Mediante estos proyectos se le ha dado una mejor calidad de vida a las clases media baja y baja de esta ciudad, se ha logrado integrar a barrios que eran considerados como marginales a la ciudad, proporcionándoles medios de transporte (como el metro cable) y viviendas dignas que son adquiridas, no regaladas, mediante alianzas público-privadas. A esto hay que sumarle que en estos barrios se está ejecutando un proyecto llamado «un buen comienzo«, el cual permite a los niños tener establecimientos educativos de primer orden entre otros beneficios.

En fin, visitar este tipo de ciudades da envidia de la buena y ganas de transformar nuestra realidad a una mejor. 

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