Una de las asignaturas de estudio «más difíciles» en nuestro país es Matemáticas, solo comparada con los números rojos que muestran la lectura y la escritura. La deficiencia en la primera es impactante porque incide en distintos ámbitos, no solo el económico y el financiero; por ejemplo, en la formulación de análisis diversos. Las limitaciones en las otras dos, lamentablemente, son apañadas cuando se emula el acto de esconder la basura bajo la alfombra y «santo remedio».
El aprendizaje de Matemáticas e Idioma Español son fundamentales en el desarrollo de toda persona de nuestros lares, donde debe añadirse a los idiomas mayenses, a fin de generar una comunicación efectiva sustentada en datos y mensajes claros, precisos y bien articulados. Como lo anterior no ha ocurrido, el déficit en las materias mencionadas ocasiona complicaciones en torno de la pandemia de la COVID-19, específicamente en el comportamiento social, ya que se da a entender que no cuadran las cuentas o no se asimila la argumentación sobre los riesgos.
Y es que después de dos años y cuatro meses de sobrevivir en medio del temor y la incertidumbre, en Guatemala se han suministrado poco más de 18 millones de dosis de vacunas, entre cuatro marcas disponibles, de las que 8.3 millones han servido para la primera ronda, 6 millones para completar el esquema, 3.1 millones para el primer refuerzo y 222,000 para el segundo, lo cual significa un 40 por ciento de población vacunada, según datos oficiales.
Según los controles oficiales, el ritmo de vacunación avanza a cerca de 18,000 dosis diarias cuando debería ser de 50,000, en tanto que los contagios en las dos semanas recientes se mueven a un promedio diario de 3,700. De las 18,706 víctimas mortales, el 89 por ciento no estaba vacunado según este reporte de Agencia Ocote. El total de casos acumulados al 10 de julio llega a 948,749 y el cálculo de recuperados a 871,340.
Por supuesto, como en toda referencia estadística, hay un subregistro que, de saberse con certeza, seguramente elevaría las cifras y, tal vez, coadyuvaría a reconocer que los únicos escudos contra el virus son la vacunación, el uso de la mascarilla, el distanciamiento y el lavado continuo de las manos. Como el contagio es inminente y solo es cuestión de tiempo para adquirirlo, la probabilidad de amortiguarlo se encuentra en los elementos enumerados.
Ahora bien, ciertas actitudes, como evadir la vacunación, participar en concentraciones masivas en las que no se respeta el protocolo sanitario o se simula ejercerlo, abren la puerta al enemigo que, cual paradoja por los espacios en que se contrae, entra de forma silenciosa, pero se manifiesta con la variedad de ruidos que golpean al organismo humano. En ese contexto se suscita el sinsentido de abundancia de espectáculos, fiestas y promociones comerciales que reúnen a decenas de consumidores, mientras que escuelas y universidades mantienen lejos de la interacción formativa y académica a niñez, adolescencia y juventud que baja escalones en el proceso enseñanza-aprendizaje.
Otro rasgo de mirar hacia otro lado se avecina con la prueba casera, la que en breve podrá obtenerse en farmacias privadas como una opción al ahínco que deja la afluencia en los puestos del Ministerio de Salud, interés que, como lo anoto en las primeras líneas de este artículo, ojalá fuera similar al de vacunarse. Algo importante será el grado de confiabilidad de la maniobra, pues, obviamente, la hará alguien sin la preparación correspondiente.
Vale la pena traer a colación que cuando el personal sanitario comenzó con el hisopado, este era una tortura que, además de parecer eterna, daba la sensación que destruía las fosas nasales, en tanto que hoy es rapidísimo y nada incómodo. La duda es si habrá autoflagelación o caricia, y, más relevante, establecer el margen de certeza de resultado, o bien, si los números erróneos y la mala lectura ahondarán la desorientación. En el ínterin, la demanda de pruebas ha subido 800 por ciento con un 50 por ciento de positividad.