Sentir vergüenza ajena

No pude menos que sentir vergüenza ajena al constatar no solo la perversa e injusta inquina con que se construyó el espacio de marras, sino también las grandes falencias profesionales, periodísticamente hablando.

Con alguna frecuencia se escucha o se lee que piezas periodísticas o materiales producidos en medios periodísticos, se anuncian como reportajes de investigación. Esto con el fin de hacer visible el esfuerzo mayor en la búsqueda de datos, fuentes y elementos de análisis pero que, en definitiva, es más una redundancia por cuanto, el periodismo es, en sí mismo, investigación.

No obstante, se ha aceptado, particularmente en Guatemala, el uso del término compuesto como denominación al esfuerzo mayor en el proceso. Sin embargo, también se le ha utilizado para denotar piezas mediáticas que sirven para impulsar agendas particulares de grupos relacionados con los espacios de comunicación que los producen.

Situación que no sería tan dañina si, por lo menos y pese a su contenido más persuasivo que analítico, cumpliesen con las reglas básicas de la labor periodística. Esto es, publicar información veraz. O sea, aquella que se atiene y pasa las pruebas de la base concreta del dato y las fuentes, orales o escritas que la sustenten.

Ningún medio está obligado a publicar la verdad, porque, además de su relatividad, esta no siempre es accesible. Pero, a lo que ningún medio puede faltar es a cumplirle a su público y ser veraz. Y esta clave requiere de una conducta ética que ha de llevar a quien comunica la información, a decir lo que le consta y no lo que quiere que le conste.

En tal sentido, si a las manos de un o una periodista llega un documento, lo menos que merece el público es que quien reportea indague totalmente sobre las características del mismo. Por ejemplo, en el programa de marras se presentó como base para difamar la cooperación sueca en Guatemala, un texto que se dijo y re-contradijo, era un proyecto financiado con fondos del país nórdico y que se encaminaba a obtener recursos para “sacar de la cárcel” a personas que guardan prisión.

Ya sea por pereza y no por no investigar o, peor aún, por la clara intención de mentir con los datos disponibles, no se indicó que dicho texto no era un proyecto financiado. Es más, ni siquiera era un perfil de proyecto pues, el texto en manos de quienes hicieron dicho programa, ni siquiera ostentaba la firma de la persona responsable del mismo, amén de que contenía agregados que ya habían sido comentados por otro columnista.

De igual forma, se expuso ante la cámara un correo de respuesta de la delegación diplomática en el país y se dijo que era la negativa del representante sueco a sostener un encuentro con los periodistas de dicho medio. No obstante, al público se le negó el derecho a saber que dicho texto también contenía la respuesta de la embajada, con respecto al documento mencionado y le indicaba a los reporteros que no era un documento de proyecto y que la misión no financiaba dicha propuesta.

Tema que, de todos modos, tampoco constituiría un delito por cuanto nuestro sistema jurídico contempla medidas sustitutivas y define los pasos del debido proceso penal, a lo que cualquier persona procesada (genocidas incluidos), puede tener acceso.

Entonces, porque se agrede a la cooperación solidaria de un pueblo cuya nobleza le ha hecho compartir sus riquezas con Guatemala, en aras del desarrollo y la paz –algo que las élites de este país se niegan persistente y contumazmente a impulsar–, así como, por la presentación de una pieza mediática que carece de las elementales reglas del periodismo, me he ruborizado hasta el alma. Al punto que he sentido pena por quienes caminan como el rey desnudo, creyendo que lucen una prenda perfectamente confeccionada cuando en realidad van por el mundo mostrando el rabo. 

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