Se acabó la comedia de Jimmy

Las responsabilidades y los retos de Morales son inmensos, al punto de que le será muy difícil salir bien parado de la crisis. Desafíos descomunales que se ven agravados por la expectativa ¿demasiado grande? que generó el eslogan «ni corrupto ni ladrón», carente de contenido, equipo, conocimiento y experiencia.

Las finanzas públicas están en crisis, en tanto que la SAT continúa siendo una institución podrida por la corrupción y que dilapida su presupuesto premiando la eficiencia de sus empleados, ineficaz y que por cuarto año consecutivo no cumplió sus metas de recaudación. Es decir, financieramente, el reto del arranque del gobierno de Morales es estabilizar las finanzas públicas, y no tendrá un solo centavo para planes de desarrollo o cumplir promesas de campaña.

Políticamente arranca bastante mal, debido a su vinculación con los militares corruptos y asesinos que empiezan a ser procesados por crímenes de guerra y de lesa humanidad. Vinculación ahora explícita, ya que dentro de los acusados por el Ministerio Público (MP) figuran el diputado electo Édgar Ovalle y otro que supuestamente sería su ministro de Defensa. Masacres de centenares de civiles, torturas, violaciones sexuales y otros crímenes de guerra no son chiste.

Tal vez, solo tal vez, Jimmy Morales no sea corrupto ni ladrón, pero las investigaciones del MP revelan que está rodeado de exmilitares corruptos, ladrones y asesinos.

En transparencia tampoco ha arrancado muy bien que se diga. Los problemas para integrar el gabinete de gobierno fueron evidentes desde la victoria electoral. ¿Por qué no lo reconoció públicamente y no hizo público también el proceso (desesperado) de integrar un equipo de profesionales probos y capaces? Ante los ojos de la ciudadanía, aceptarlo con humildad y honestidad no hubiese merecido un aplauso, pero sí que hubiese mantenido intacta la confianza en que no es ni corrupto ni ladrón.

Pero no. Él y el vicepresidente electo Cabrera prefirieron mentir diciendo que ya lo tenían integrado por profesionales de alta calidad, pero que no lo dirían hasta en la toma de posesión, cuando en realidad las llamadas a última hora y las súplicas desesperadas para que la gente le acepte puestos en su gabinete no son ningún secreto. Solo evidenciaron temor y desprecio al escrutinio ciudadano de sus decisiones.

Por altas que sean las ilusiones y expectativas por Jimmy Morales, el hecho crudo es que el 50 % de las probabilidades es que sea tan corrupto como sus antecesores o más que ellos. El 50 % restante corresponde a la probabilidad de que sea un presidente que reencauce a Guatemala por la ruta del desarrollo, no sea corrupto y utilice los escasos recursos para hacer lo correcto.

La gran diferencia es que, con otros candidatos que quedaron fuera, la probabilidad de la corrupción y el desastre era del 100 %. Con Morales por lo menos hay 50 % de esperanza.

Es la gran esperanza para Guatemala, y el escenario no da para el optimismo. Con todo y todo, toca hacer ciudadanía dura y estricta en la vigilancia de Jimmy Morales y de su gobierno. Escrutinio ciudadano y auditoría social feroz y rigurosa, no para fastidiar, sino como la mejor forma de apoyar a un presidente que no termina de desligarse de su carrera de comediante, que ha ocultado a la ciudadanía sus dificultades para integrar el gabinete de gobierno.

Es momento de que Morales deje el chiste atrás, aprenda a ser transparente y entienda que, por su propia supervivencia política, ¡ningún militar en el Gobierno ni en su entorno!

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