Rompiendo paradigmas: el movimiento lésbico en Guatemala

Hace unos días tuve el gusto de participar en la presentación del diagnóstico de la situación sociopolítica de las mujeres lesbianas en Guatemala. El primer aspecto que me llamó poderosamente la atención fue el reducido grupo de personas que asistieron a tal evento: no había más de una docena de mujeres, muchas de las cuales estaban directamente relacionadas con el movimiento lésbico guatemalteco o, en su defecto, eran personas relacionadas con las entidades internacionales que acompañaban el proceso de reflexión colectiva.

La exposición se centró en describir el complejo proceso de las mujeres lesbianas para primero salir del clóset y posteriormente ir adquiriendo conciencia de los derechos a los que por ley deberían tener acceso: para empezar, el artículo 2 de la Constitución Política de la República, que expresa que «es deber del Estado garantizarles a los habitantes de la república la vida, la libertad, la justicia, la seguridad, la paz y el desarrollo integral de la persona».

Paradójicamente, este ideal plasmado en nuestro ordenamiento legal está lejos de cumplirse para muchos grupos subalternos: mujeres, indígenas, jóvenes, representantes de la diversidad sexual y, por supuesto, lesbianas. El informe planteaba que las mujeres con orientación sexual diferente a la permitida socialmente tienen que recorrer un proceso más complejo y doloroso para asumir su condición que otros grupos excluidos. Ello, debido en gran parte a los efectos del patriarcado y de la cultura heteronormal, que ejercen un férreo control sobre los deseos y las posibilidades de muchas mujeres en sociedades como las nuestras.

Para entender esta dificultad sufrida por mujeres y lesbianas, hay que recordar que Silvia Federici ha demostrado que el cuerpo de la mujer cumple roles sociales y económicos tan importantes que desde la Edad Media ha sido objeto de control y sometimiento, ya que las funciones de reproducción son vitales para el sistema capitalista y la reproducción del sistema patriarcal:

[Las lesbianas son] el grupo de la diversidad sexual menos empoderado, más discriminado y con más probabilidad de sufrir violencia simbólica y física.

«Todo lo que hemos cocinado, sonreído y follado a lo largo de todos estos años no es algo que hiciéramos porque fuese más fácil para nosotras que para cualquier otra persona, sino porque no teníamos ninguna otra opción. Nuestros rostros se han distorsionado de tanto sonreír, se nos atrofiaron los sentimientos de tanto amar y nuestra sobresexualización nos ha dejado completamente desexualizadas» (Silvia Federici).

Los casos que se presentan en el diagnóstico dan cuenta del grado de violencia simbólica y física que sufren las mujeres que se atreven a desafiar el sistema patriarcal heteronormado, al punto de que muy fácilmente llegan a sufrir la violencia física más extrema, tipificada como un crimen de odio: el feminicidio lesbofóbico, tal como lo definen Russell y Monárrez.

Al final de la exposición, las presentadoras hicieron un llamado a los movimientos de la diversidad sexual y del movimiento feminista para que se sensibilicen a las demandas y a las necesidades del movimiento lésbico, ya que, en la experiencia y en la voz de sus protagonistas, es el grupo de la diversidad sexual menos empoderado, más discriminado y con más probabilidad de sufrir violencia simbólica y física. De manera paradójica, dentro de los grupos subalternos también existen, políticamente hablando, discriminación y rechazo por medio de un tipo de violencia más sutil pero igualmente efectivo: la exclusión que se ejerce por medio de la indiferencia y el silencio.

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