Recuperación de conocimientos ancestrales

A través de la experiencia y la relación con la naturaleza, las civilizaciones del pasado recogieron conocimiento que pasó de generación en generación. Fueron la ciencia del momento, y la transmisión estuvo a cargo de personas especializadas, sea como maestros o disfrazando su conocimiento como magia, con fines de poder, dominación o adquisición de estatus.

Sea como haya sido, existió un modelo exitoso de gestión del conocimiento, sin más herramientas que la transmisión oral y el aprender haciendo. Debe reconocerse que mucho de ello quedó desactualizado por el arrollador avance de la ciencia y que una parte correspondía a la superstición y a la charlatanería.

Por lo anterior, entre la supuesta superioridad del conquistador sobre el conquistado y el paso de la convivencia con la naturaleza a su avasallamiento, mucho conocimiento genuino y vital ha quedado entre la neblina y los escombros del tiempo.

Si bien la humanidad se encuentra en una cúspide en términos de conocimientos, la paradoja es que está a punto de perecer a manos de su propio éxito.

La desaparición de especies animales y vegetales (no hay estudios conocidos sobre la situación del mundo microbiano) es una amenaza todavía no dimensionada a la escala debida. El cambio climático nos encuentra en desventaja, pues no disponemos del conocimiento necesario para hacerle frente y perdemos el tiempo en el debate desigual entre ciencia e ideología. A pesar de los pesimismos ganará la ciencia, pero será muy tarde para ciertas especies y ecosistemas vitales.

Por tanto, es crítico desarrollar mecanismos para rescatar conocimientos ancestrales que puedan ayudarnos en la lucha por la sobrevivencia.

Las contribuciones del conocimiento ancestral han sido, en realidad, lo que ha permitido muchos de los avances en ciencias como la medicina, la farmacología y la construcción, entre otras. Fueron los pueblos ancestrales los que descubrieron las propiedades medicinales de la coca, el opio, la marihuana, la sábila y una innumerable lista de plantas. Es cosa aparte que, por dinero, esas plantas que obraban milagros hoy causen tanta desgracias debido a su manipulación química y a su cambio de uso de lo terapéutico a lo peligrosamente llamado recreativo.

Si bien la humanidad se encuentra en una cúspide en términos de conocimientos, la paradoja es que está a punto de perecer a manos de su propio éxito.

La agricultura moderna les debe mucho a los conocimientos ancestrales. Fueron los pueblos antiguos de América los que consiguieron, de manera casi inexplicable al día de hoy, que una planta conocida como teocinte, que producía algunos granos comestibles en la punta, se convirtiera en el maíz, que hoy da de comer a billones de personas cada día. Los avances en agricultura de los pueblos americanos establecieron una superioridad tecnológica enorme, solo comparable con la superioridad militar de los pueblos europeos al momento de la conquista y brutal subyugación de América.

En agricultura (es decir, en la producción de los alimentos que nos sostienen y que son igualmente vitales que el aire y el agua) necesitamos del conocimiento ancestral para identificar a las plantas que pueden producir con menos agua, que resisten a las inundaciones, que producen en ciclos de tiempo más cortos o más largos. En eso consistirá la adaptación a las nuevas condiciones climáticas. Si las sequías se vuelven más fuertes y frecuentes, necesitaremos plantas que crezcan más rápido para aprovechar la reducida época de lluvia o que sepan entrar en latencia mientras el agua no esté presente en el suelo.

El conocimiento ancestral también puede ayudarnos a anticipar el comportamiento del clima. Los ancianos agricultores guardan muchos secretos que nadie quiere oír. Ellos anticipan fenómenos climáticos y de la biósfera a partir de la observación del comportamiento de insectos, astros, aves, corrientes de agua y árboles. El conocimiento está allí, languideciendo, extinguiéndose como llama en una oscura cueva.

En algunos países sudamericanos los conocimientos ancestrales están siendo protegidos, reconocidos y diseminados al amparo de leyes. Las poblaciones se sienten reivindicadas y orgullosas de lo que pueden aportar. La investigación científica se vincula a tales conocimientos para sistematizarlos y darles mayor peso específico.

¿Quién se apunta?

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