Pensé en qué se supone que hace uno a esa edad, a los 15 años. Se supone que uno es simplemente un adolescente. Yo a esa edad tuve una fiesta con todos mis amigos, llevaba un vestido azul. Vivía en mi casa, con mis papás y mis hermanas, y mi mayor responsabilidad era ir al colegio. Vivía en una burbuja feliz. A los 15 años soñaba que luego iría a la universidad, que me iría a conocer el mundo.
El mundo resultó ser aterrador. Pero ahora ya no puedo cerrar la puerta y regresarme a mi burbuja. Ya no existe. Esa burbuja nunca existió para muchos. No hay posibilidad de pensar en bailes y vestidos. La burbuja no existe cuando todo lo que te rodea te condiciona a la desesperación. Qué fácil se vuelve criminalizarlos a ellos, a los de 15 años. A ellos, que viven en una zona roja. Se clama por su desaparición y se les etiqueta de antisociales.
Realmente los antisociales somos todos cuando dejamos que la sociedad deshumanice a ese nivel a alguien tan joven. Lo antisocial es tratar a alguien como basura, orillarlo a ganarse la vida de la manera más cruel. Fue el Día Mundial de la Juventud y aquí se oyó como un eco lejano. Se repitieron las mismas consignas. Nos repiten sin cesar que “¡los jóvenes son el futuro!”. Pero ¿quién tiene tiempo de pensar en el futuro cuando se está demasiado preocupado por sobrevivir cada día? ¿Qué futuro se les pinta enfrente a estos chicos de 15 años si luego no se les dará trabajo por vivir en donde viven o verse como se ven? Unos mueren violentamente mientras otros viven de la violencia.
Mientras, los que siguen en la burbuja los condenan a no tener otro horizonte más allá del morir o matar. La juventud para estos no es más que oportunidad de shows, de cancioncitas, de regalar playeras o gorras con un dibujito del color que convenga. Las pocas iniciativas para la juventud, como las de Escuelas Abiertas, se ven politizadas y sujetas a malos manejos al antojo de la persona de turno, sin pensar que detrás están miles de jóvenes esperando algo que los ayude a escapar del terrible día a día.
Pequeño ejemplo: una amiga muy querida es maestra de música. Da clases en un instituto de Mixco, en un área considerada peligrosa. Ella y su equipo de trabajo han logrado transmitirles el amor por la música a los chicos a quienes enseñan. Aun así, hace poco uno de sus alumnos dejó de llegar a clases por completo. Días después, varios alumnos llegaron tarde, con la novedad de que no había buses porque habían asesinado a un piloto. Tremenda sorpresa se llevó ella cuando le dijeron: “Miss, ¡es que todos sabemos que fue aquel! Como necesitaban el pisto, su hermano se lo jaló para que fuera sicario”. Adiós a la música, a las clases, a los compañeros. Resulta que es más fácil y más rápido conseguir dinero largándose de la escuela y dedicándose a matar.
A los 15 años uno debería poder disfrutar. Uno debería sentir que tiene el mundo enfrente y que las oportunidades aún son infinitas. Pero qué difícil es cuando todo parece ser un pantano que te atrapa en la desesperanza. Mientras, aquí mismo, tan cerca, todavía existen burbujas que se niegan a dejar de existir. Porque es tan cómodo condenar a otros desde la comodidad. Es tan cómodo no ver cómo se cavan agujeros sin fondo, cómo se dibujan círculos sin fin para tantos que tienen 15 años.