¿Qué es ser guatemalteco?

Hoy, que hemos empezado a reconocernos entre nosotros, ya hay un poco más de conciencia con respecto a quiénes habitamos este territorio, y a ciertos derechos que hemos adquirido, por lo que la cuestión se ha tornado más bien complicada.

Veamos. Compartimos un mismo territorio, pero cada uno lo ve desde el lugar en que le tocó nacer. Y eso implica ver si es rico o pobre, si es ladino o indígena, si es hombre o mujer. Ya tres diferencias que marcan un sinfín de maneras de sentir y entender el mundo.

Porque para mí, por ejemplo, que soy escritora, clase media, medianamente letrada, medianamente mestiza; el paisaje guatemalteco puede servirme como ensoñación y motivo poético. Los desastres naturales, si bien me va, los utilizo como recuerdos anecdóticos de lo que sentí con un temblor de tierra, de lo que me molestó que se cayera el puente tal cuando iba de paseo, de lo caras que están las frutas y las verduras porque se arruinaron las cosechas. La violencia me toca también de refilón, pues como el resto, puedo ser víctima de una bala perdida o del robo de un celular. La vivo, no obstante, más como la sicosis de lo que podría ser en cualquier momento, que de lo que realmente me ha pasado hasta el presente. Y como decía mi abuelita, “toco madera tres veces” porque continúe así y aprovecho para pedir también porque se elimine de la vida de todos.

¿Qué nos separa? Veámoslo brevemente. a) El idioma: aunque el español es la lengua oficial, más de la mitad de la población tiene otro idioma como lengua materna. Hasta hace poco empezaron a tomarse medidas en este sentido, pero aún falta un largo y ancho camino por recorrer. b) La religión: unas décadas atrás, la religión predominante era la católica. Hecho que implica la práctica de ciertos sacramentos, rituales, manifestaciones como las procesiones, los días de feria patronal en cada pueblo, los asuetos, entre otros; hoy, sin embargo, casi más de la mitad de la población es evangélica en sus distintas modalidades. c) La distribución de la riqueza: la mayoría de los habitantes son pobres y muchos viven en la extrema pobreza (léase miseria), un porcentaje cada vez menor pertenece a la clase media y una minoría pertenece a la clase alta. d) Ser ladino o indígena: este es, junto al anterior, el punto más sensible de nuestra comparación. Debemos ser honestos y reconocer que para la mayoría de ladinos, el mundo indígena además de desconocido (he oído expresiones como “indio es indio, diga que es maya o no”), es objeto de críticas, menosprecio y burlas —muchos chistes racistas lo corroboran. Para algunos mayas también se da de esta forma, los he escuchado. Ellos tienen su identidad bien cimentada, saben quiénes son, de dónde vienen, y nosotros, los ladinos, no.

Veamos ahora lo que yo veo, nos une. a) Una especie de sentimentalismo cuando escuchamos el Himno Nacional. b) La alegría cuando alguien destaca, sobre todo en los deportes o en la música. c) La enorme esperanza y posterior frustración colectiva cuando la selección nacional de fútbol juega contra otras. d) La actitud de meternos en la vida de los demás, criticarlos y opinar aunque no nos lo pidan. e) La amabilidad y hospitalidad cuando nos visitan propios o extranjeros. f) La gran capacidad de trabajo, de aguante, de resistencia para no desfallecer ante las adversidades de la vida y seguir, pese a todo, adelante.

Parte del problema, como lo veo, es que nuestras diferencias tienen más peso que nuestras similitudes, pues son estructurales y, en consecuencia, son más difíciles de cambiar. Sobre todo porque están basadas en intereses económicos, de clase alta, y en esferas de poder que quieren seguir manteniendo a toda costa sus privilegios. También en prejuicios surgidos de la ignorancia, la falta de convivencia y aceptación mutua, así como el deseo de velar, en muchas ocasiones, más por intereses personales, que de la mayoría.

Finalmente, siento que la mejor manera de definirnos como guatemaltecos y guatemaltecas, es decir que compartimos un mismo territorio, un sinfín de desigualdades y un cúmulo de mutuas exclusiones. Pero también, que algunos hemos reconocido que solo siendo conscientes de esta realidad, llegando a acuerdos y respetándolos, tanto en lo individual como en lo colectivo, de repente, algún día no tan lejano, podamos encontrar una identidad guatemalteca de la que todos nos sintamos orgullosos. 

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