A propósito de la Feria del Libro

Como todas, las ferias de libros también pretenden atraer a un público que conozca, vea y se interese por sus productos, los libros. Se planifican actividades tendientes a atraer variedad de posibles lectores y quienes las visitan presuponen que encontrarán libros a precios más accesibles que en las tiendas tradicionales.

Lamentablemente, no siempre es así.

Claro, las ferias de libros no son, ni por asomo, tan apetecibles ni populares como otras. Especialmente en una sociedad donde no se lee y donde el poder adquisitivo es desigual y en algunos casos ínfimo. Sin embargo, quienes las organizan apuestan porque los libros sean, como sucede en otros países, productos del mercado: es decir, que los libros se compren y se vendan.

Este año la Feria del Libro en Guatemala añadió  a sus ya usuales problemas de organización, otros que generaron críticas por parte de algunos escritores. Dichas críticas surgieron, entre otras, por el financiamiento que los organizadores aceptaron de la empresa Montana, ampliamente conocida en nuestro medio. Con respecto a este apoyo financiero, lo que se nota es la dicotomía existente entre el pensamiento e intereses de editores y algunos escritores. Pues en Guatemala los autores más reconocidos a nivel nacional e internacional, ésos por los que nos conocen en el mundo, y también un gran número de los que permanecemos entre la marginalidad y el anonimato, nos hemos caracterizado por tener una postura no sólo de denuncia ante las injusticias y problemas sociales en que vivimos, sino también por tratar de mostrar en nuestros escritos la realidad desigual, violenta, corrupta e impune en que nos desenvolvemos. Es decir, por las características especiales de Guatemala y su historia, muchos escritores hemos sentido el casi imperativo categórico de fusionar arte y compromiso social y político.

En este sentido vale la pena recordar que para muchos de nuestros autores, la literatura no ha sido ni es una mera fuente de entretenimiento, placer o simple evasión. Ha sido y es más bien, una manera de mostrar la cotidianidad tan surrealista y cruda en la que nos movemos. Algunos han llegado más allá de la publicación de sus obras y murieron en aras de defender sus ideales. Contamos con autores como Otto Rene Castillo, Roberto Obregón o  Luis de Lión, por ejemplo.  Y también con figuras como la de Luis Cardoza y Aragón quien desde el exilio mostró una  postura de dignidad inquebrantable.

Por estas razones creo que algunos escritores y escritoras sentimos no sólo descontento sino incluso cierto repudio ante la aceptación de dicho apoyo económico para Filgua 2013, por lo que nos hemos mantenido al margen. Porque el financiamiento de esta empresa, ya hubiese sido mínimo o total, fue y es considerado como una bofetada en pleno rostro de la pobreza, el abuso, la injusticia, la falta de igualdad.

¿Asistir o no? ¿Participar o no?

Todo depende de los principios y valores, de cómo cada escritor visualice su rol en un país como el nuestro. Para quienes tienen una visión más pragmática o en todo caso menos comprometida, todo es válido para tener la oportunidad de comercializar sus libros. Para otros, seguir en la marginación y el silencio, será la opción.

Lo que cada uno decida, al principio y al final, es sólo una cuestión de conciencia. 

scroll to top