Medallas olímpicas y autoestima nacional

De adulto, se puede ser muy crítico con la realidad del país o desdeñar ciertas convenciones relativas al nacionalismo, pero las medallas olímpicas recientemente obtenidas generan intensas emociones y elevan la usualmente maltrecha autoestima nacional.

Jean Pierre Brol ganó una medalla de bronce y Adriana Ruano ganó una medalla de oro e impuso un récord en estos juegos olímpicos de París. Hay mucha alegría y mucha emoción por el logro de estos atletas. No solo representa la coronación del esfuerzo de Brol y Ruano (su familia, sus entrenadores y seguramente muchas más personas han contribuido de una manera u otra), sino también se asume como un logro nacional. Ver, por ejemplo, a Adriana Ruano recibir la medalla de oro y escuchar el himno nacional, por primera vez en más de 100 años de juegos olímpicos, llena de eso que llamamos orgullo patrio. No es poca cosa.

Se generan otros efectos. Se habla entre las familias, los amigos y conocidos sobre la significación de este evento. Por un momento, hay mucha identificación y se refuerzan los sentimientos y lazos de la comunidad. Recreamos detalles, compartimos información (no faltan los memes) y nos sentimos contentos. El narcisismo grupal se ve colmado por un momento.

Siempre existen excepciones y señalamientos críticos. Tampoco en esto hay total comunidad, pero el sentimiento de alegría prevalece y quien critica es un resentido (lo digo describiendo lo que pasa, no acuerpando dicha opinión).

Psicológicamente, se traduce en una autoestima nacional pobre, que se ve frustrada y desinflada en la mayoría de realidades cotidianas, índices o competencias. Pero que mejora momentáneamente en situaciones como el logro de estas medallas olímpicas.

Visto así, tratando de analizar parte de lo que sucede, resulta paradójico. Guatemala presenta múltiples problemas y carencias. Es un país con altos índices de pobreza, informalidad, desnutrición, desigualdad. Los indicadores sociales tienen una historia de retrasos y agravios severos. A nivel político, seguimos enfrentando un conflicto entre un Ejecutivo elegido democráticamente (que está retrasando el cumplimiento de su mandato y distanciándose de los sectores que le permitieron llegar al poder, y los grupos del pacto de corruptos (MP, diputados, cortes, USAC y otros sectores) que representa un riesgo para la institucionalidad, la democracia y el futuro del país.

Las profundas carencias y desigualdades, la falta de educación (incluyendo la educación física), la violencia histórica, la inexistencia de un proyecto nacional que respete las diferencias, les dé cabida y las cuide, son parte de las dificultades que tenemos para obtener más logros como los de Brol y Ruano. De allí lo paradójico de la situación. Nos emocionamos por ello, pero no creamos las condiciones que permitan más éxitos.

No es sencillo. Creo que pensarlo requiere dar cuenta de las múltiples conexiones existentes entre la vida social en un país como Guatemala y el logro de Brol y Ruano, así como la imposibilidad de que esto sea parte de algo más que un momento de emoción: la construcción de una comunidad humana viable.

Lo que nos plantea esta situación en conjunto es lo que ya sabemos: un panorama difícil para la realización de proyectos individuales y colectivos. Psicológicamente, se traduce en una autoestima nacional pobre, que se ve frustrada y desinflada en la mayoría de realidades cotidianas, índices o competencias. Pero que mejora momentáneamente en situaciones como el logro de estas medallas olímpicas.

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