Más pequeños que David

El coloso esgrime su tamaño. Porta escudo, espada y jabalina. David apenas ha recogido unas piedras y lleva en su morral una honda. La escena que describe la narración es la de un diminuto ser humano, apenas con unas piedras por arma, enfrentado al gigantesco provocador y abusivo, al cual finalmente derriba y vence.

De ahí que la imagen sea empleada metafóricamente para referirse a toda batalla desigual en la cual los justos, aun pequeños, pueden enfrentarse, con la razón de su lado, a un adversario que abusa de su poder y de su fuerza.

Ello explica entonces por qué el informe de la misión de visita en Guatemala, del Observatorio para la Protección de los Defensores de Derechos Humanos (OBS), lleve por título Más pequeños que David. La analogía no podía ser más precisa. El reporte del OBS, integrado por la Organización Mundial contra la Tortura (OMCT) y por la Federación Internacional de Derechos Humanos (FIDH), se refiere a un trabajo realizado en noviembre de 2013, durante más de una semana de estadía en el terreno.

Entrevistas con funcionarios de Estado tanto del Ejecutivo como del sistema de justicia (aunque hubo quienes no quisieron recibirlos), defensores y defensoras de derechos humanos y representantes de la comunidad internacional, entre otros, fueron parte del proceso de investigación. La delegación concluyó su informe, y un equipo especializado produjo el video del mismo nombre.

Al final es un defensor del ambiente y del derecho al territorio quien menciona la frase que inspira el nombre del informe. Pero los datos contenidos en este, así como las entrevistas y los datos reflejados en el documental, no dejan lugar a dudas sobre la certeza de la denominación.

El caso de Saúl y Rogelio en Huehuetenango, condenados por un delito que no cometieron, en el marco de un proceso judicial abusivo e irregular, es una muestra del uso indebido del derecho penal (criminalización) como represalia contra el liderazgo social. La detención y el encarcelamiento arbitrarios por más de siete meses de defensores en Santa María Xalapán son otro ejemplo del abuso de autoridad contra la población que ejerce sus derechos.

Defender derechos humanos en Guatemala es hoy por hoy una labor humanitaria de altísimo riesgo. Perder la vida o la libertad es el precio más alto que pagan las personas que ejercen las garantías que la ley protege, pero que el Estado niega. Cuando una sociedad vive en ese nivel de riesgo, en el cual los pequeños David que llevan pan a los hermanos (es decir, que defienden sus derechos) mueren o son apresados o difamados por el opresivo y grosero Goliat, representado en el Gobierno, que sirve a intereses empresariales egoístas y poderosos, parece que la esperanza estuviera perdida.

Sin embargo, en el nombre y en la analogía está implícita la esperanza de que no todo está perdido. La valentía de cada defensor y defensora, que se levantan cada día a ejercer su derecho, es la fuerza social y comunitaria que podrá derrotar a los gigantes de la impunidad.

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