A las que “las deja el tren”

A mi edad, muchas mujeres –de clase media y alta– se sienten presionadas por cumplir con el papel que la sociedad espera de ellas. Quien no cuenta ya con una familia o está comprometida, se siente preocupada y padece del estrés de que “ya te va a dejar el tren” y se enfrenta al temor de ser llamadas “solteronas” en un futuro.

Pero la preocupación no versa únicamente en encontrar a un hombre con quién formar una familia. No puede ser cualquiera. En una reunión, una vez escuché a una conocida decir muy seriamente –y con la mejor intención– al resto del grupo: “Hay que asegurarse de casarse con alguien que a uno le pueda dar el mismo nivel de vida que le dieron sus papás o uno mejor, pero nunca aceptar algo menos que eso”. Es interesante cómo se equipara el papel de los papás con el de un esposo. Es decir, los papás lógicamente están llamados a sostener a sus hijos (ellos trabajan mientras los hijos estudian y se preparan), pero ¿los esposos? Es decir, pasar de una relación de dependencia de los papás al esposo para conseguir un “tipo de vida” deseable en la adultez.

A mi edad, a muchas les preocupa no llegar a formar una familia. Y es que mucho hemos escuchado esa idea de que una mujer no se realiza plenamente hasta que es madre. Pues no. Una mujer se realiza alcanzando sus sueños y metas, cualesquiera que sean, sea siendo madre o no. Esa es una decisión que podemos tomar todas. El ser mujer y contar con un aparato reproductor femenino no es sinónimo de que haya que tener hijos como única ruta de vida.

Tampoco creo que el día más feliz de una mujer sea cuando se viste de blanco. Para muchas, se dice que el sueño es ese, ser entregada en el altar por su papá a los brazos de otro hombre, de quien llevará su apellido. Muchas prefieren “asegurar” su vida casándose, en lugar de tomarse más tiempo para ver hacia otros horizontes, viajar o estudiar en el extranjero.

A mi edad, vivo sola, no estoy comprometida ni me quiero casar y no me miro teniendo hijos. Y todo eso representa un reto en esta sociedad. Hubo algún familiar que cuando supo que me iba a vivir sola me dijo que eso no se veía bien en una señorita y me insinuó que esas cosas eran de putas porque cualquier hombre puede irse a acostar con ella. Y pues tampoco creo que el valor de una mujer esté dado por su vida sexual.

Hoy estoy cumpliendo 28 años y celebro la vida y mis decisiones siendo mujer, que no son las que complacen al estereotipo de mujer chapina de clase media en camino a los treintas. Para muchas, el no cumplir con estas normas se puede transformar en profundas culpas, alimentadas por los cuestionamientos y señalamientos.

Agradezco la formación que recibí en mi casa, colegio, universidad y ambiente laboral, pero sobre todo, el compartir con tanta gente maravillosa con quienes he ido aprendiendo a ver, entender y vivir la vida fuera de los cánones impuestos –tanto a hombres como a mujeres–. Y no es que yo me sienta con la autoridad de decir qué está bien y qué está mal para la vida de cada quien, es sólo que espero que lo que hagamos con nuestras vidas sea fruto de nuestras reflexiones y decisiones y no sean sólo complacencias que al final del día nos dejen un sabor a vacío. 

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