La necesidad de Marx (VIII). Nueva Radicalidad

En el plano contemporáneo, al menos en el contexto vivido por Hardt, los ´ingredientes´ han cambiado. El pensamiento revolucionario se nutre de la filosofía francesa, la economía americana y la política italiana. Todo esto, en la opinión de Michael Hardt.

Quizá el aspecto menos comprendido con respecto a las influencias que Hardt considera determinantes se relaciona con la experiencia política italiana. Pero en efecto, ese ´laboratorio italiano´ hizo de Italia un campo excepcional comparado con el resto de Europa Occidental y con los mismos Estados Unidos. [1] La dinámica de militancia ´revolucionaria´ en Italia fue muy intensa y demarcó un mapa de desplazamiento: Nuevas formas democráticas de organización social y de acción política en redes horizontales, y no jerárquicas con una permanente presencia en el espacio público. Suelen decir los comparativistas, ante los movimientos sociales italianos que, essersi rammaricati per la loro brutale disfatta. Esta situación de derrotas permanentes que no logran afectar el plano institucional me permite retomar la polémica conclusión de mi artículo anterior: Una aparente dicotomía D-emocracia (con respecto a los mecanismos formales-institucionales de participación ciudadana) y d-emocracia (con respecto dinámicas de participación no de tipo institucional aunque vistas como paralelas).

Hagamos mención a Foucault, Deleuze, Althusser con respecto a la relación que ellos tuvieron con Marx. Estos tres gigantes se opusieron al determinismo marxista y se alejaron claramente de las posiciones articuladas por los Partidos Comunistas. Ahora bien, al mismo tiempo, los autores que cito supieron siempre mantener una clara línea integradora de teoría hacia lo político pero el posicionamiento de su teorización, me parece, devela un elemento de corte proto-marxista diluido en el término ´Crítico´. No creo estar diciendo nada nuevo, pero es importante recordar la agenda académica ante la cual ahora nos encontramos y los diferentes contextos históricos que producen esa ´actitud Crítica´. Recordemos que en el contexto de la Guerra Fría, titanes de la talla de Jean Paul Sartre abiertamente sugirieron el apoyo hacia la Unión Soviética, quizá en razón de un Estados Unidos que decía defender la libertad pero negaba a punta de golpes la estancia en el espacio público y el derecho el voto a los afro-americanos. [2]

Posteriormente, el mismo Sartre, sin ser un ´hombre de política´ o profesional de la política, da vida conjuntamente con David Rousset, Jean Rous y Gérard Rosenthal a un partido nuevo, el Rassemblement Démocratique Révolutionnaire con la intención de alejarse del clasismo ya desplegado por el Partido Comunista y como un intento por rescatar el ideario social-demócrata. En el caso de Sartre, la teorización hacia lo político es menos clara (pero existente, basta recordar los diez tomos de Situations) pero la praxis política no puede negarse. Foucault, Deleuze, Althusser hemos dicho, se alejan del comunismo, hacen distancia de Marx, se alejan de las salidas de Sartre pero su proto-marxismo está presente en la crítica del sujeto, la crítica de la racionalidad y ojo, una crítica fortísima de la representación política, del compromiso político tradicional, de las organizaciones políticas y, en suma, una crítica del Estado Moderno (y sus mecanismos). Obviamente, todo ello nos traslada hacia el ya famoso análisis “molecular” del poder y de la micropolítica porque a todas luces el entorno de la denominada ´macro-política´ se entiende, ahora, como la frontera que impone la hegemonía y la dominación metodológica.

A ver, me explico mejor. Véase la situación actual. La desaparición de la URSS, la poca recepción de popularidad de los partidos políticos comunistas luego de probar la ´vocación demócrata´, la falta de confianza en el resto de abanico de partidos políticos y sobre todo, el mestizaje entre la social democracia y las propuestas republicanas-liberales-capitalistas….. todo esto termina por derretir la paradoja de conflicto totalitarismo/democracia. ¿Hacia dónde entonces, dirigir la intervención del marxismo-proto-marxismo crítico?

La repuesta a esta pregunta es creación mía. La primera intervención se dirige hacia los enfoques de corte ´institucionalista en la ciencia política´ y la segunda intervención se enfoca hacia las propuestas demo-liberales o republicana-liberales en razón de aceptar la existencia – entre otras muchas cosas– de esa articulación denominada sociedad civil. ¿Por qué?

Bueno… en cuanto lo primero, podemos suponer el debate metodológico que los politólogos de corte institucional plantean con respecto a la primacía (¿hegemonía?) de los partidos políticos o la política pública frente a los movimientos sociales o salidas comunitarias como instrumentos de transformación. En cuanto lo segundo, suponemos hoy que las democracias modernas deben tolerar ´nichos de sociedad´ que son inmunes a una articulación clara y forzosa hacia lo político y son además desvinculadas de un proyecto ideológico que busca construir carácter hegemónico.

Aspectos complejos que esperamos dilucidar en la siguiente y última entrega.



[1] La dinámica política estadounidense invierte el sentido de la necesidad epistemológica en la praxis revolucionaria. Hardt lo entiende así, en cuanto a que hay dinámicas políticas de resistencia pero que no requieren una teorización profunda. Además de esto, suele suceder que la gran mayoría de los reclamos ciudadanos (con excepción quizá del movimiento por los derechos civiles) se canalizan directamente hacia los dos partidos políticos. Esa hegemonía propia del bipartidismo estadounidense evita la construcción de una beligerancia ´callejera´.

[2] Por razones como ésta debe comprenderse que la lucha por los derechos civiles haya tenido figuras de liderazgo que simpatizaban con el ideario comunista, en razón de esa conceptualización ´liberadora´ que erróneamente del comunismo soviético se tenía. Patologías sociales como el crimen organizado y el ´appartheid´ no fueron moralmente sancionadas con claridad por el Estados Unidos capitalista. La otra opción ´hegemónica´ que servía de ´modelo´ organizacional, (el comunismo soviético), se abrió como una opción desde la cual podían pelearse dichas luchas. Otra vez, en razón que, -al menos teóricamente- el ideario comunista transita hacia la sociedad plenamente horizontal. 

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