La larga espera

Es casi imposible plantearse en cualquier foro a favor o en contra del aborto, y no salir rasguñado. Si estás de acuerdo, los opositores que inician con argumentos algo racionales, de repente se transforman y comienzan a escupir insultos. Lo propio ocurre en la gradería opuesta.

La religión es otro campo de batalla en el que la sinrazón entra en escena en cualquier momento y con cualquier persona. Estás con tu novio, el hombre que más quieres en este mundo, y de repente, el muy ingrato se le ocurre decir que no cree en Dios, o que la Iglesia católica es un nido para curas pederastas. A la chica entonces, se le tuerce la cara, se levanta del sillón y le suelta toda clase de argumentos que sin duda terminarán en insultos y quién sabe si hasta la suegra sale rascando.

Con el genocidio sucede algo parecido. Será por un exceso de pasión o por la falta de razón, pero el tema es en definitiva un parteaguas. En el turbulento mar de la opinión pública, no hay cabida para la duda y cualquier comentario será utilizado en tu contra. Por eso, toda mi admiración para los valientes columnistas que se han referido a este tema en la última semana. Ellos merecen todo mi reconocimiento y respeto.

En general, me parece que las columnas de opinión surgidas después de la apertura a juicio del general Ríos Montt, se pueden agrupar en tres, las que están abiertamente a favor, las que están abiertamente en contra y las que sólo tratan de plantear un punto medio. Si no nos perdemos en discutir la intensión, podremos ser capaces de encontrar algunos elementos interesantes.

Tal es el caso de Alejandro Balsells, quien hace un “Llamado a la prudencia”, para todos aquellos que de una forma u otra accedemos a páginas de opinión. Así mismo, hace “votos para que el sistema judicial pueda garantizar una sentencia conforme a criterios jurídicos y para que se rechace cualquier presión política”.

“Por fin, justicia”, así titula su columna Frank La Rue. En esta nota, Frank se muestra satisfecho con la decisión del juez. Es contundente al señalar que la decisión de apertura a juicio de Ríos Montt, “en sí misma demuestra que más allá de si se llega a establecer su culpabilidad o no, (ya da) elementos para tipificar el delito de genocidio en Guatemala con las políticas de tierra arrasada que utilizó el ejército contra comunidades del pueblo maya”. Además, argumenta el valor de responsabilizar al General de este delito, independiente de cómo se ejecute la sentencia. “Reconocer la verdad, hacer justicia y asumir el pasado nos permitirá construir un mejor país”, argumenta.

La columna de Quique Godoy en Plaza Pública, “Acuerdos de Paz, genocidio y justicia transicional”, apela al espíritu de los Acuerdos de Paz de promover una cultura de concordia y respeto mutuo que elimine toda forma de revancha o venganza. Cuestiona si se cumplen los criterios (jurídicos) para poder tipificar el genocidio y cierra en tono de preocupación, porque ahora, dice Quique, esta decisión pasa al sistema legal nacional y lo pone a prueba.

Las tres columnas, sin importar su intención, aportan elementos racionales al debate, aunque algunas reacciones del público fueron desproporcionadas.

Ahora la pelota está en cancha del Poder Judicial y a los de las graderías nos toca esperar, pacientemente, por varios años, hasta que se planteen todas las apelaciones y recursos (legales e ilegales). Finalmente, llegará la sentencia definitiva, que será una especie de apuesta que dependerá de mil factores. Legales, personales, políticos, institucionales… etc. Mientras esto sucede, ¿qué haremos los espectadores? 

scroll to top