La informalidad y el empleo

ASIES, el Programa de Fortalecimiento Institucional del Sector Juventud en Guatemala, y el PNUD, a través de su Informe Nacional de Desarrollo Humano, han presentado información relevante que da cuenta de una realidad perversa, en la cual, la informalidad se convierte en el refugio ante la falta de oportunidades en el mercado formal, combinadas con la inadecuación de un sistema educativo que no prepara el trabajo, a los pocos que no desertan en el camino.

En las cifras, el problema toma proporciones de consideración. De acuerdo a la ENEI de 2011, en Guatemala, un 42% de la PEA se encuentra en edades comprendidas entre los 15 y 29 años, y entre la Población Ocupada, un 41.15% se encuentra en ese rango de edad.  

El Informe Nacional de Desarrollo Humano destaca que del total de la Población Ocupada de jóvenes, tres cuartas partes tienen empleos informales, y de estos el 39% tiene educación primaria, el 26.1%, secundaria y el 1% superior. Para este informe, la alta informalidad entre jóvenes con estudios de nivel medio evidencia una situación preocupante. De cada cinco jóvenes con nivel educativo secundario, dos están incorporados en el mercado formal y tres en el informal, en situación de precariedad laboral. A estos datos debe unirse el hallazgo del informe de ASIES, que da cuenta que el 66% de los asalariados, 85% de los cuentapropistas, y 95% de los trabajadores agrícolas, es decir, la mayoría de los trabajadores, percibe menos de 2,000 quetzales como ingreso mensual.

Adicionalmente, se calcula que alrededor de 180,000 jóvenes se incorporan al mercado de trabajo cada año, mientras, de acuerdo a datos del Banco Mundial, Guatemala tiene una de las más altas  tasa de fertilidad del continente, con 3.98 hijos por mujer.

En estas circunstancias, el Informe de PNUD señala que la mayoría de los jóvenes en el país se enfrentan a una triple posibilidad: a) aceptar trabajos precarios, caracterizados por bajas remuneraciones y escasas posibilidades de crecimiento y realización personal, b) emprender la aventura de la migración, en busca de otras oportunidades, o c) incursionar en los mercados ilegales, en cualquiera de sus manifestaciones.

En cualquiera de estas opciones, el gran perdedor es sin duda el país, que pierde a su juventud y su potencial, al fomentar un entorno que permite la reproducción del ciclo de la pobreza y exclusión.

La agenda de tareas pendientes en este ámbito es inmensa. Algunas preguntas básicas  que deberían alimentar un debate sobre la situación pasa por aspectos tales como un fortalecimiento del Estado, y de la coordinación de sus instituciones, en ámbitos tales como la regulación del mercado de trabajo, la definición de un sistema educativo y de formación para el trabajo, coherente con las necesidades del país,  el fomento de  servicios de intermediación laboral,  el apoyo a los emprendimientos y el análisis permanente de las áreas en las que se requiere actualmente de empleo, así como de las áreas en que se requerirá en el futuro.

La información y los diseños para impulsar estas medidas no escasean. Lo que se hecha de menos en este, y en otros casos, son ejecutores que transformen el término voluntad política, en acciones concretas.

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