Fotografía

La cámara, el carrete, ir a la tienda de fotografía, revelar, regresar a los días y, con ansiedad y sin todavía haber pasado por la puerta, abrir el sobre y rápidamente repasar el evento al cual hacía apenas unos días habías asistido. De todas las fotos quizá alguna se salvaba. Las demás llenaban bolsas de descartes que nunca llegarían a los álbumes.

Las fotos familiares presidían paredes y altares. Las billeteras tenían pequeñas fotos de estudio que dabas o que te entregaban. Fotos de carnets de novias que ya son mayores quedaron escondidas en algún cajón de un mueble que posiblemente ya no sea ni de tu madre.

Se vendían los álbumes con tapas duras, hojas adhesivas y plásticos protectores, donde iban a parar las mejores. Los verdaderamente aficionados tenían varios, que clasificaban en viajes, familia, infancia, deportes o cualquier cosa importante. Después de un evento, los amigos se reunían para ver las fotos, comentar, reírse. Y si te querían salías con una foto dedicada, que enmarcabas. Así homenajeabas a tus hermanos de vida. Fotos que recordarías para siempre.

Ahora una imagen, por más que te guste, muy probablemente nunca llegará a ser verdad. La foto fetiche se ha perdido para siempre. Sin embargo, hay más imágenes que palabras. Imágenes como programa de cómputo: cero, cero, cero, uno, cero, uno. Imagen digital, puesta y repuesta, ampliada, recortada, tonificada, filtrada una y dos mil veces, pasada de pantalla que no quedará. Inimaginable cementerio de lo que no existe o medio existe. Eres una imagen en el celular de alguien que no te conoce y que pone #LikeATuBoca y te sientes bien.

Cuando no haya más que silencio en nuestra historia […], seremos partícula en otros cuerpos, en otras miradas que guardará otra gente en otros tiempos que no serán los nuestros.

Yo soy más de palabras. Las colecciono, las cuido, las pongo al lado de otras similares o antagonistas, en fila, en párrafo o en verso. Ninguna de ellas es mía, pero me dejan tenerlas durante un rato y su recuerdo dura toda la vida. Las imágenes y sus palabras, la letra impresa, la hoja de papel, la mirada como foto o como palabra, según el día, será triste, hastiada, amenazante, distraída, divertida, luctuosa, inmóvil, inanimada, definitiva, evasiva, aguamiel, pétrea, roída o infinita.

La palabra ancestral, viejuna o novísima, creada ayer mismo al bucear por las raíces más románicas de la lengua, la nuestra y común. Tengo en mis recuerdos fotos de portadas de libros, de estantes llenos, de hojas dobladas, recuerdos en fotos que serán palabras o no serán.

Nos llevaremos los recuerdos, quedarán las fotos que a nadie interesen y, cuando no haya más que silencio en nuestra historia, cuando no seamos ni noche ni risa ni arruga ni sal, seremos partícula en otros cuerpos, en otras miradas que guardará otra gente en otros tiempos que no serán los nuestros.

Quedará la belleza, la armonía, el orden irrepetible de la poesía. Sentirás la carga de la fuerza de la palabra fuerza, que será tuya y será mía.

Veintiuno de marzo.

Día Mundial de la Poesía.

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