El triunfo de la selección nacional de futbol

Para quienes gozan del futbol, el triunfo de la selección nacional es un motivo legítimo para festejar. Qué bueno. Y ojalá siga así el desempeño del equipo de todos.

Sin embargo, la emoción y la adrenalina propias de los encuentros deportivos no deben distraer ni relajar la seriedad de la actitud de la ciudadanía hacia los escándalos de corrupción en la Federación Nacional de Futbol (Fedefut). Que la selección haya ganado un partido no significa que todo esté bien y que ahora podamos relajarnos.

Una actuación muy satisfactoria de la selección de futbol es, en general, algo muy bueno, pero también presenta el riesgo de ser usada como pan y circo. Por un lado, si las capturas y la persecución penal de las autoridades anteriores de la Fedefut fueron un gran salto hacia adelante, relajarse y olvidarse de ese escándalo por la victoria en un partido sería un salto hacia atrás enorme.

Por otro lado, se debe advertir el uso político que ciertamente se les da a estos eventos deportivos. Seguro que el presidente Jimmy Morales ya está cosechando réditos políticos en la opinión pública por vestir la camisola de la selección nacional. Es una acción política clara y usual. Un ejemplo bien conocido fue la forma como Nelson Mandela instrumentalizó al equipo nacional de rugbi de Sudáfrica como una herramienta poderosa en su agenda de reconciliación nacional luego del abandono del apartheid (hecho histórico retratado en el filme Invictus).

No descalifico a priori esta práctica del presidente Morales, pero, continuando con el paralelismo con lo que hizo Mandela, hay una diferencia importante. El propósito de Mandela estaba bien definido: usar la victoria deportiva de la selección nacional para inspirar el proceso de recuperación de una sociedad traumatizada por la segregación racial y la violencia. ¿Cuál es el propósito de Jimmy Morales al instrumentalizar a la selección nacional?

Otro paralelismo interesante es que los Springboks eran, para muchos sudafricanos, un motivo de vergüenza nacional, pues eran símbolo de la supuesta supremacía blanca en Sudáfrica. Mandela fue sabio al instrumentalizarlos y transformarlos en orgullo nacional cuando con el apoyo de él pasaron de ser símbolo del racismo a ser símbolo de una Sudáfrica nueva, democrática, orgullosa de su diversidad racial y cultural. Sin embargo, Mandela corrió un riesgo enorme, pero su valentía, su sagacidad política y un poco de suerte prevalecieron.

Hace solo unos pocos meses la selección nacional de futbol guatemalteca fue motivo de vergüenza nacional por el escándalo de corrupción protagonizado por dirigentes de la FIFA, la Concacaf y la Fedefut nacional. La victoria del viernes puede ser una herramienta política para la unidad nacional toda vez que, además de ganar partidos, la selección nacional y la Fedefut llegaran a convertirse en estandartes de honestidad y transparencia y, por ambas razones, en orgullo nacional. Pero de verdad.

Por ello, el trabajo que está realizando el Comité de Normalización de la FIFA en Guatemala es uno de los puntos prioritarios en la agenda de combate de la corrupción. Este trabajo debe continuar con la seriedad que ha demostrado hasta ahora.

Y si el presidente Morales quiere continuar instrumentalizando políticamente a la selección nacional de futbol a lo Mandela, pues ojalá sea consciente de la magnitud de la fuerza social que está tocando. Pero sobre todo, que su propósito sea bueno y legítimo.

Además, que la ciudadanía sea consciente de que, simultáneamente al de la cancha, también se está produciendo un juego político, uno en el que también se puede ganar o perder.

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