En su espalda carga una guitarra vieja que usa para dar serenatas. Su cuerpo se sostiene con un par de muletas plateadas que se antojan extensiones de sus manos. A todas partes viaja en mula de cuatro llantas. Su descomunal sombrero no permite que se le vea su cara. Así, aunque tuitea muchas bromas, los que lo han visto de cerca dicen que es malencarado.
Una noche, mientras el Sombrerón caminaba con la ayuda de sus patas metálicas, vio a una muchacha muy bella y se enamoró de inmediato. La joven vivía en el Palacio de la Loba, un lugar encantador que está en el centro de la ciudad. En 1999 llegó a darle serenata a la muchacha, pero, por más que cantó, no logró conquistarla. En el 2003 volvió con su guitarra y un nuevo repertorio mil veces ensayado, pero ni aun así la chica le hizo caso.
Desencantado de sus hazañas amorosas, probó viajar a otros lugares cercanos. En las noches salía con sus muletas y su guitarra en busca de mujeres guapas, pero ninguna lo motivaba. Cansado de las muchachas, empezó a mirar mujeres más maduras y jugadas.
En el 2007 se enamoró de una señora entrada en años que viste siempre de azul y blanco y que, según dicen las malas lenguas, cada cuatro años cambia de marido. Haciendo caso omiso de la reputación de esta dama, se fue con su guitarra y sus muletas a cantarle serenata. Pero la dama volteó la cara y se casó con un janano. Esto enfureció al enano Sombrerón, que en revancha se fue a tejer espantos en las cárceles y a trenzar miedos en las calles. Sin embargo, siguió codiciando a la bella dama. En el 2011, el Sombrerón se preparó con sus mejores galas y se presentó de nuevo frente a su ventana, pero esta vez la señora se casó con un militar de pelo blanco. El Sombrerón se fue llorando. Sus lágrimas, como cristales, crujían al quebrarse en el frío piso de su casa.
Le han recomendado que el próximo 11 de agosto, día en que habrá de escoger a su nuevo acompañante, coloque sobre una mesa de pino recién elaborada un garrafón de aguardiente y una guitarra.
Pero, como él jamás olvida a las mujeres que ha amado, esperó paciente a que pasaran otros cuatro años. Hoy de nuevo llega a cortejar a la señora, que se dispone con urgencia a cambiar de amante. Su último marido, un payaso sin gracia, le ha dado una vida de palos. Ella está harta de ser ultrajada, manoseada y asaltada sin tregua ni descanso.
Esta vez la señora tendrá que elegir entre el ya conocido enano de sombrero grande y una tal Tatuana. De esta última se dice que fue acusada de brujería y sentenciada a guardar prisión. La Tatuana, sin embargo, hizo un pacto con el diablo, y este la liberó de la cárcel, pero a cambio la condenó a vagar eternamente como barco a la deriva y a servirle en sus caprichos con solo guiñarle un ojo.
A la bella dama le han dicho que corte su melena larga para que ningún ingrato trate de guindarse de ella como si fuera potro salvaje. Además, por si las dudas, le han recomendado que el próximo 11 de agosto, día en que habrá de escoger a su nuevo acompañante, coloque sobre una mesa de pino recién elaborada un garrafón de aguardiente y una guitarra. El instrumento es para que los pretendientes le den serenata, y el aguardiente, para que se lo empine ella sin descanso. Si antes escogió marido sobria, ahora hará la prueba estando hasta las trancas.