En este momento se encuentran activos 112 incendios forestales en el país; según datos de la Coordinadora Nacional para la Reducción de Desastres (Conred) en su informe sobre «Incendios forestales Temporada 2023-2024», hasta el 7 de junio se han registrado 2,627 incendios que han afectado 46,512 hectáreas. Lamentablemente, estamos frente a una problemática que no se resolverá únicamente reforestando, ya que el cambio climático es un efecto del modelo económico capitalista. Esto significa que, mientras este impere y los patrones de producción y consumo persistan, la degradación ambiental no solo será inminente, sino que sus consecuencias serán insostenibles, principalmente para las poblaciones históricamente excluidas y explotadas.
La mayoría del país sobrevive en medio de olas de calor, sequía, contaminación del aire, pérdidas de cosechas, falta de alimentos, inacceso al agua. Hay comunidades que, sumado a lo anterior, continúan sufriendo las consecuencias de desastres naturales de años pasados, como la pérdida de su patrimonio y el desplazamiento. Indudablemente todo esto está contribuyendo al empobrecimiento y la desigualdad, porque derechos vitales como la alimentación y vivienda están completamente ligados al medio ambiente, debido a que en este se desarrollan nuestros medios de vida.
Si bien es importante y necesario el control de la basura o el reciclaje, por mencionar un ejemplo, estas acciones en sí mismas no resolverán el verdadero problema, ya que el nivel y la profundidad de la huella ecológica de Estados Unidos y Europa impactan a todo el planeta.
Alrededor de la discusión sobre el cambio climático o la degradación ambiental, constantemente nos topamos con ideas que únicamente son paliativos. Si bien es importante y necesario el control de la basura o el reciclaje, por mencionar un ejemplo, estas acciones en sí mismas no resolverán el verdadero problema, ya que el nivel y la profundidad de la huella ecológica de Estados Unidos y Europa impactan a todo el planeta, además de su intromisión colonizadora en países como Guatemala, que a través de su legislatura les permite devastar nuestro entorno y nuestra soberanía.
Detrás de la depredación de los bosques, de los ecosistemas, están los intereses económicos nacionales y extranjeros; ya sea para el extractivismo, la construcción de proyectos habitacionales (carísimos, por cierto) o centros comerciales, el narcotráfico. A nivel del mundo a pesar de las conferencias, los acuerdos y tratados ambientes, los mega empresarios o las mega marcas continúan evadiendo su responsabilidad ambiental y siguen impunes tras décadas de ecocidios y otros delitos contra el medio ambiente y contra las personas que de este dependen.
Este es el desarrollo del que hablan los países que se nombraron a sí mismos del «primer mundo», uno que se basa en la destrucción de la naturaleza y el acecho en contra de sus principales guardianes, los pueblos originarios, quienes, en este momento, una vez más están siendo desplazados porque sus territorios se han vuelto inhabitables por los efectos del cambio climático y/o despojados de la tierra para los monocultivos y megaproyectos.
El bienestar que los países colonizadores gozan es a costa del saqueo de nuestros territorios, de la destrucción del medio ambiente, de la imposición del capitalismo colonial. Su bienestar es a costa de nuestra desgracia.