Ahora el asunto se ha elevado de temperatura. El partido oficial, sin ropajes de ningún tipo, juega en el Congreso para dar vuelta a la página y dejar que la gestión de Claudia Paz quede como una disfunción. El Ejecutivo se hace de la vista gorda y sólo espera que los consentidos, las apuestas del cambio queden en el listado de los seis candidatos finalistas. Pero en todo caso, el cambio de estafeta en el MP no es más que una pieza que ha quedado al medio de un enredo mayor.
Las aparentes tensiones que el propio Presidente de la República ha enarbolado en defensa de la supuesta soberanía frente a los mensajes, cada vez más directos, de diversas agencias del gobierno de Estados Unidos, están diciendo que los temas en juego no son ni la falta de cumplimiento del resarcimiento a las poblaciones afectadas por la hidroeléctrica de Chixoy, ni el asunto de las adopciones, como tampoco la defensa de la Fiscal General como especial aliada en la lucha contra la impunidad. Ésos son temas importantes, pero que para el caso son como rounds iniciales. Sólo un caso de especial connotación que arrastre al círculo más cercano del binomio presidencial puede propiciar que el mismo mandatario asuma como propio el actual estira y encoge.
El discurso en la CELAC, la creación de la comisión especial para dar seguimiento a la propuesta de despenalización, los señalamientos en contra de asesores y miembros del Congreso de EE.UU de inmiscuirse en asuntos nacionales y la visita del Subsecretario de Estado William Brownfield pueden leerse como capítulos del mismo texto. Aunque en términos diplomáticos, el barullo disminuya de tensión, ciertos mensajes quedan en el aire y en cualquier momento presagian acontecimientos que tocarán directamente a los círculos del poder.
Recuperar la confianza para reanudar la venta de armas, continuar con los apoyos en la lucha contra el narcotráfico y especialmente, contener las presiones y cuestionamientos que pesan desde el Norte sobre los desmanes que ocurren en el más alto nivel político, son parte de los objetivos que se quieren recuperar.
En el libro de cuestas, las columnas de debe y haber no nos favorecen en la relación con Estados Unidos. Los decomisos de drogas son los menores de Centroamérica, la captura de narcos se reduce a los capos locales, los niveles de corrupción e colusión en el ejército y otras fuerzas de seguridad son de niveles nunca vistos, las estrategias de protección hacia los funcionarios involucrados hacen que la credibilidad de las esferas públicas sea casi nula. Ahora solo resta tomar por asalto el Ministerio Público; el camino se allana para tomar las Cortes y la ecuación se resuelve con una facilidad que deja congelada hasta la propia administración de Obama.