Una de las formas más efectivas de conocer el pensamiento de alguien es por oposición, es decir, a través de entender a quién o a qué se opone. En el caso de Ayn Rand, cualquier desprevenido pensaría que su némesis es Karl Marx. Después de todo, ¿no fue de la Revolución Bolchevique de la que ella huyó?
Sin embargo, en este caso –como en muchos otros– el prejuicio resulta equivocado. Filosóficamente hablando, si uno quiere encontrar el pensamiento más alejado posible del objetivismo (la filosofía de Rand) no es a Marx a quien debe leer. Marx y Rand tienen mucho más en común de lo que se pensaría. Ambos tienen una visión dialéctica de la realidad (oposición de contrarios), ambos dividen a la sociedad de acuerdo a esa visión y ambos buscan revolucionar la realidad social, que juzgan corrompida. Como guinda, los seguidores más hardcore de ambos suelen tener poco sentido del humor.
Para encontrar al verdadero enemigo de Rand, ella misma nos orienta, pues nunca escondió contra quién dirigió todos sus esfuerzos. El némesis de Rand es el filósofo alemán Immanuel Kant, a quien detestaba con toda su pasión. Kant es ampliamente considerado uno de los pensadores más influyentes de la historia –pertenece al selecto club de Platón, Aristóteles, Nietzsche y Hegel. Él resolvió una de las disputas más duraderas de la Filosofía: el conflicto entre racionalistas y empiristas. Los primeros confiaban en la capacidad de la mente para descubrir la verdad a través de la razón, mientras los segundos creían que la verdad se descubría a través de la experiencia. Kant sintetizó las posiciones de ambos planteando un sistema filosófico en el cual la mente tenía capacidades analíticas innatas, pero debía alimentarse de la experiencia –contingente e incomprobable– para conocer algo más que las tautologías de la lógica.
En el campo de la moral, Kant planteó que el único criterio moral posible son las intenciones, porque es lo único que el ser humano puede controlar. Y las intenciones –para Kant– deben juzgarse de acuerdo a un imperativo categórico: “Obra sólo de tal manera que la máxima de tu acción pueda convertirse en una ley universal”. Para Kant, esta máxima deriva de su convencimiento acerca del irrenunciable deber de cada individuo para con toda la humanidad. No en vano muchas de las instituciones más representativas de la civilización y la paz –la Unión Europea, las Naciones Unidas y los Derechos Humanos– llevan una marca distintivamente kantiana.
Para Rand la filosofía de Kant no solamente estaba equivocada, sino que era intelectualmente deshonesta y maligna. Ella vio el imperativo categórico kantiano como una forma de esclavizar al individuo. Por eso la moral randiana reacciona y coloca la felicidad individual como máxima absoluta. Tan fuerte fue la aversión que sentía hacia Kant que intentó incluso refutar su síntesis del empirismo y el racionalismo. Ella vio esta síntesis como un intento por destruir la capacidad del hombre, de conocer la realidad objetiva. En consecuencia, ella planteó la idea de “conceptos”, los cuales según ella existen independientemente de la percepción y son captados por el hombre. De ahí el nombre objetivismo, ya que está convencida de la existencia de la realidad objetiva.
Innegablemente, la crisis que vivimos nos ha vuelto más desconfiados y cínicos. Y en este cinismo han encontrado tierra fértil las filosofías que niegan las obligaciones frente al otro. Pero sería sumamente deseable que quienes suscriben estas filosofías entendieran en realidad a qué se están oponiendo, ya que el pensamiento de Ayn Rand –tanto en su conjunto como en sus partes– no es otra cosa que una reacción hepática contra la filosofía de Immanuel Kant.