La idea de este artículo nació de la afirmación de un ciudadano emitida en un foro sobre los desafíos de los partidos políticos frente a las reformas electorales, organizado por la Escuela de Ciencia Política de la USAC y el Tribunal Supremo Electoral: “los partidos políticos son un mal necesario en las democracias”.
Buscando referencias sobre el tema, encontré abundantes referencias que demuestran que esta percepción negativa de los políticos y de los partidos políticos es muy frecuente en todo el mundo; en América Latina, el informe “Perspectivas desde el barómetro de las américas 2012”, en su número 82 explora este tema, demostrando que hay una generalizada visión negativa de los líderes y organizaciones políticas; los datos para Guatemala nos hablan de un 41.1% de los ciudadanos encuestados que pensaban que la democracia puede funcionar bien sin partidos ni líderes políticos.
Pese a que esta creencia de una democracia sin partidos y de una política sin políticos es muy generalizada en la población, hay consistentes y muy importantes indicios que demuestran que esta idea es solamente una mutación muy sutil del escenario político: el desprestigio de los políticos tradicionales y de las organizaciones políticas solamente anticipa el paulatino proceso de privatización de lo político y del espacio público, que por cierto le conviene a los sectores empresariales, ya que ahora tienen un acceso directo a una práctica que siempre controlaron, pero de forma indirecta, mientras que ahora los empresarios pueden jugar papeles relevantes dentro del campo de la actividad política, repitiendo, por cierto, los errores y vicios que supuestamente quieren corregir. Desde Nicaragua, por ejemplo, encontré este testimonio de descontento con el desencanto hacia la política:
“A misma materia prima política, similares resultados, y hablar así de relevos generacionales implica que retornarán a nuestra sociedad diferentes sujetos con iguales efectos” Irving Corder
En el ámbito de las ciencias políticas, es común decir que los partidos políticos son esenciales para la democracia, debido a que cumplen funciones muy importantes, que otros entes y organizaciones sociales no cumplen: formación de cuadros políticos, intermediación, agregación de intereses, vigilancia política, etc. De hecho, encontré este testimonio desde España:
“Seguiremos necesitando mediadores estables que articulen las demandas ciudadanas, compitan electoralmente y recluten posibles candidatos para los cargos electivos, puesto que de algún modo deberemos cubrirlos. (…) Un movimiento que ejerza todas las funciones de un partido, será un partido en todo excepto el nombre. Si no las ejerce y tampoco hay partidos que lo hagan, esas funciones quedarán vacantes, lo cual no es un avance democrático, sino un retroceso”. Trinidad Noguera.
Por eso, sigo pensando que el problema fundamental de la democracia guatemalteca es la débil institucionalización de los Partidos Políticos, esas instituciones que deben promover la identidad y la formación política, que se deben encargar del oficio del político que trabaja sistemáticamente por el bien de su comunidad y por el desarrollo de su nación. Y sin estructuras partidarias sólidas, con arraigo ciudadano y una larga trayectoria institucional, las sociedades no cuentan con la capacidad de ponerse de acuerdo ni de mantener proyectos de largo plazo, porque se desintegran en un sinfín de luchas y conflictos que los llevan paulatinamente a la ingobernabilidad, tal como parece ser la realidad de nuestra sociedad.
“La política se menosprecia, pero al mismo tiempo se reclama” Política para apolíticos.
* http://www.kas.de/guatemala/es/publications/37931/.