El viernes 23 por la madrugada, los comités de huelga aliados a la Transitoria desalojaron con armas al Honorable Comité y a los comités que estaban elaborando sus carrozas y que habían estado trabajando para recuperar la huelga y eliminar el lucro proveniente de las actividades de la época. Las acciones de estos maleantes son expresiones del enfado que les genera que se les haya acabado el negocio espurio. Tan incapaces son para maquillar sus intenciones criminales que el Comité de Humanidades comenzó a vender los periódicos No Nos Tientes que se robó la madrugada del viernes. Obviamente, se apropiarán de estos recursos, cuyo destino original sería saldar lo relacionado con las actividades huelgueras, y no los bolsillos de estos criminales disfrazados de estudiantes.
Era poco probable que, después de seis meses de recuperada la AEU, la huelga volviera a ser lo que fue o lograra ser algo distinto en términos generales. Pero en esta ocasión el noble intento creó más polémicas, desacuerdos, controversias y críticas de la opinión pública que alivios, articulaciones a mediano plazo y apoyo estudiantil a la causa. Se entiende cuando la violencia, el lucro y el control de la huelga por parte de los comités opacos, caracterizados por hacer cobros ilícitos e ilegítimos, han llegado a niveles absurdos que no se pueden seguir tolerando, amparados todos por la impunidad de la capucha.
Los dolores de la huelga son de tal magnitud que debemos pensar seriamente si los sancarlistas que sí estudiamos debemos seguir manteniendo una fiesta que añoramos por lo que fue, pero que nos han arrebatado y que sigue significando para los grupos criminales su reducto de violencia y de lucro. ¿Las mayorías estudiantiles están dispuestas a recuperar la huelga? Sin la fuerza de los sectores estudiantiles amplios, los que hacen política estudiantil, estarán en una encrucijada: optar por enterrar la huelga o seguir intentándolo aunque ello signifique eternizar el conflicto. Mientras tanto, hay solo una certeza: no habrá solución hasta que se eliminen y cierren todos los mecanismos de lucro alrededor de la organización de los 40 días de la Huelga de Dolores.
En ese sentido, sería una señal de salud democrática y de compromiso con el cambio en la USAC que los estudiantes decidieran, en consulta estudiantil, el destino de la huelga y sus posibles formas de financiamiento en caso de que el deseo fuese que nuestra fiesta estudiantil siguiera transgrediendo el orden establecido a través de la sátira y el jolgorio. De lo contrario, habría que reinventar nuestras prácticas irreverentes. La Huelga de Todos los Dolores fue la actividad que más me hizo amar la universidad. Después de cinco años en mi alma mater, después de tres años de reflexión sobre el tema y después de admirar el esfuerzo de la AEU y del Honorable Comité de Huelga por recuperarla, mi corazón sancarlista está dispuesto a enterrarla.