Cuestión de vocación

El político es ese extraño personaje del que por siglos se ha escrito. Desde los consejos que daba Maquiavelo para obtener y mantener el poder hasta el manual de formas que presentaba Azorín, han sido siglos de moldear esa característica esencial que es la vocación por la militancia política y cuyas manifestaciones comprenden desde la relatividad moral hasta el empecinamiento en la búsqueda de los propios objetivos, que llegan a tornarse en materia ya no de la ciencia política, sino de la psicología. Sin duda, es necesario tener vocación para esa carrera. Y aunque no parezca claro desde el inicio, bien haríamos todos en propugnar la creación de una verdadera clase política para nuestra sociedad.

Es distinto el político al servidor público de carrera. Las circunstancias históricas y el asalto al aparato estatal nos han dejado con cada vez menos funcionarios en el sentido estricto de la palabra. El empleo en el Gobierno como recompensa y el pago de favores de campaña, así como la cuota de nepotismo, de amiguismo y de redes de influencia, han terminado por dar al traste con los restos del sistema del servicio civil. Es necesario empezar a formar nuevas generaciones de funcionarios y diseñar un sistema que, por supuesto, se debe entender más allá de una nueva ley o de una modificación de leyes.

Es la vocación que se interpreta en el sentido de construir y servir la que definitivamente choca con la intención usual de los tiempos modernos.

Pero la mezcla de acciones de ambos personajes, esperemos que mejorados cualitativamente algún día, es la que ayudará a moldear el Estado que soñamos que pueda satisfacer las necesidades de los ciudadanos, además de crear y mantener las condiciones que darán sobrevivencia digna a la sociedad. Acá es donde adquiere la mayor importancia el tema de la vocación.

Y es que la vocación de ambos personajes debe ser clara y bien asentada. Es la vocación que se interpreta en el sentido de construir y servir la que definitivamente choca con la intención usual de los tiempos modernos, en los que predomina el interés por enriquecerse y detentar poder a cualquier costo moral y ético. Es un hecho que la crisis de valores ha afectado el surgimiento de las vocaciones, pero carecer de población con vocación para la política y el servicio público de veras golpea la base de la sociedad.

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