Cómo se (de) construye un antihéroe

Barrett es el prototipo de lo que no pudo y debió ser. La vida del primer líder de Pink Floyd es una seductora metáfora de la autodestrucción de un artista cuya narrativa sigue resultando cautivante. El genio que dio origen al mito de Pink Floyd apenas grabó un solo disco, The Piper at the Gates of Dawn, pero su figura influenció toda la obra del grupo.

La adicción de Barrett al LSD agravó un cuadro esquizofrénico que lo convirtió en un ser errático, capaz de quedarse literalmente trabado en un solo acorde durante todo un concierto, creando una relación problemática para una banda en franco ascenso. En 1968, el grupo decidió separar a Barrett al no recogerlo en su camino a un concierto. Fue el final de su paso por la banda que él había creado junto con Roger Waters.

Barrett intentó una breve carrera en solitario con el apoyo de David Gilmour, que terminó con él mismo abandonando el escenario en la mitad del concierto de lanzamiento. Y luego desapareció.

Algún periódico publicó hace unos días la nota de un hombre en México que volvió a casa luego de varios días de parranda para encontrar que sus familiares lo estaban velando. Algo semejante sucedió con Barrett, que apareció súbitamente en 1972 en el estudio de Abbey Road en que Pink Floyd grababa Shine on You Crazy Diamond, la canción que constituye el homenaje de la banda hacia él. Barrett había ganado peso y tenía la cabeza y las cejas afeitadas. Preguntó dónde estaba su guitarra. «Ya hemos terminado con las guitarras», habría dicho David Gilmour. Barrett se quedó hasta una improvisada fiesta en la noche y luego otra vez desapareció… para vivir recluido en la casa de su madre prácticamente por los siguientes 20 años.

Casi al final de su vida, en una entrevista para un medio británico, un Syd Barrett de casi 60 años dijo no saber qué era Pink Floyd ni haber conocido a sus excompañeros. Su tratamiento y sus derechos de autor fueron pagados puntualmente por sus excompañeros. 

El insomnio que me empujó a escribir estas líneas me enganchó a Dark Globe, la furiosa narrativa en primera persona de la obsesión y la enfermedad de un Barrett que debió darle más a la música.

Shine on You Crazy Diamond tiene la virtud de transportarme a una tarde de octubre, hace casi 20 años, en una pequeña cervecería en Usaquén en la cual una conversación de 26 minutos le dio un serio giro a mi vida. El próximo octubre, la primera copa será en honor a Syd. Y ojalá en Usaquén.

scroll to top