No recuerdo mucho el día en que Vitalino fue elegido decano, pero sí el día en que se graduó en la Facultad. Me dijo que de ahora en adelante nuestras vidas iban a cambiar. Después de toda la necesidad que habíamos pasado para mí fue un orgullo, una satisfacción. Yo siempre le había querido ayudar, por eso puse la tiendita en la casa de la Colonia 1º de julio, primero con los helados y las aguas, luego ya puse la venta de pollos y me fue bien. Entonces le dije que una quincena pagaba yo los gastos de la casa, y la otra la pagaba él. Eso me salvó porque cuando lo mataron, la pensión no daba apenas, y yo con los cinco chicos. Hablé con Meyer y me dijo que al mayor me lo iba a colocar en la rectoría, pero el día que fue a entregar su papelería unos hombres lo agarraron y le dijeron que si no quería otra hueveada como la que le habían dado que no pusiera un pie en la universidad. Por eso mis hijos no han querido estudiar en la San Carlos y han pagado privadas. A mí me agarró el miedo. Cuando entraba alguien en la tienda a mí se me saltaba el pecho, y caminaba hacia atrás, sin volverme ni perderle la vista, hasta que topaba con la estantería, agarraba a tientas lo que me pedía y se lo daba rápidamente.
Lily Barrios Hidalgo, viuda de Vitalino Girón.