Tocar, oler, sentir

El ruido que provocó el contacto de sus zapatos con la alfombra de piedra que pisaban motivó que Claudia y Josué se inclinaran de inmediato a tocar eso que no veían, pero que sabían era la causa de los sonidos que escuchaban desde el suelo de la granja interactiva Way-Bi de Chimaltenango.
Más de cincuenta niños de entre 6 y 12 años, estudiantes de los Centros Educativos del Comité Pro ciegos y sordos de Guatemala, visitaron el sitio para relizar una terapia asistida con el apoyo de animales.
Lo que no veían los niños ciegos y con deficiencia visual, lo sientían con las manos, también lo descifraban con el olfato. Mientras, los niños sordos reflejaban sus emociones en sus gestos y las confirmaban con la mirada.
Ese día dejaron la ciudad y pasearon por el campo, algo poco común en su cotidianidad. Tocaron y jugaron con los perros, también sintieron a los caballos, conejos, cabras y vacas. Los alimentaron, y los descubrieron.
«¡Qué bonito!», exclamó Josías mientras caminaba con la ayuda de su bastón por el pequeño sendero de la granja que no veía, pero que le hizo sonreír varias veces, y sentir diferente.

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