Rapa das bestas

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Los caballos salvajes siguen galopando en muchas de las montañas gallegas, pero para garantizar que los equinos sigan formando parte del paisaje hace falta que las comunidades con las que conviven los sientan también como algo propio. Una de las costumbres que facilitan esta relación armónica y da una razón más a los ganaderos para cuidar de estos animales es A Rapa das Bestas, tradición milenaria que representa la lucha del hombre y la bestias, en igualdad de condiciones.

Cada verano, cuando el frío y la lluvia desaparecen del monte gallego se celebra la fiesta de la rapa en numerosos pueblos de la montaña. Los caballos que durante todo el año lucieron sus crines en el monte reciben la visita de los mejores agarradores o ganaderos del pueblo, que arrían a los caballos hasta la aldea. Los animales al galope cruzan los caminos, bajo la vista atenta de los vecinos, y ellos mismos se meten en el curro, estructura redonda de piedra similar al circo romano, pero más modesto.

Una vez los tienen a todos dentro, separan a las crías de los adultos para evitar que les hagan daño. Al día siguiente, los habitantes del pueblo y cada vez más los turistas, llenan el curro para ver como los hombres lucha cuerpo a cuerpo con los caballos hasta que los tumban en el suelo para poder cortarle el pelo. En este espectáculo pueden verse a veces a niños de 12 años, que guiados por sus padres, dan sus primeras muestras de “valentía”, al estilo tradicional masculino.

Una vez rapado el animal, vuelve a ponerse en pie, mientras el agarrador muestra con orgullo en la mano su crin. Una vez que están todos adecentados, termina el curro y empieza la fiesta del pueblo: música y comida.

Al terminar la romería vuelven todos los equinos al monte, otra vez a correr en libertad. Esta tradición basa su permanencia en que los caballos, a pesar de ser libres, en realidad están bajo el cuidado y la supervisión del pueblo. En el caso de las imágenes que se muestran en esta galería el pueblo de Sabucedo, A Estrada, en la provincia de Pontevedra, en España.

Fotografías de Emerson Díaz.Texto de Lorena Seijo.

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