Detrás de la imagen de Jesús iba la de la Virgen María. Atrás de ella, los músicos con la música sacra. Y a la retaguardia de estos, los que empujaban el motor de corriente eléctrica. Detrás de todos ellos, los escoberos (los que barren lo que antes fueron alfombras); los picapollos (quienes recogen con sus manos la basura que otros tiran) y los paleros (los que se encargan de introducir al tractor las mezclas de colores y olores del aserrín, pino, flores, frutas, verduras, huevos, y pan, entre otras cosas).
Entre la multitud se distinguía el verde, casi fosforescente, de sus chalecos y gorras. Los escoberos, los picapollos y los paleros forman parte del proyecto Limpia y Verde que se encarga del ornato de la capital guatemalteca. Trabajaron todos los días de la Semana Santa. Limpiaban antes y después del paso de las procesiones durante varias horas. Sus rutinas daban inicio a las 6 de la mañana y concluían por la madrugada. Y su paso era lento, no porque quisieran, sino porque debebían esperar el descenlace de todo lo que acontecía allá adelante.
Miraban hacia abajo, apenas alcanzaban al intercambio de miradas con todos aquellos que, satisfechos, acababan de observar el paso procesional de Jesús y la Virgen. Buscaban en el suelo cualquier desecho para trasladarlo. Se estima que durante los días de la Semana Mayor se recolectó un promedio de cuatro estadios Mateo Flores de basura. De esa cantidad mucha fue recogida por los trabajadores de Limpia y Verde. Dice don Horacio que, en comparación con hace unos años, la gente tira menos basura. Podría ser que se ve menos basura porque ellos «se encargan de mantener limpia la ciudad», comenta. O más optimista concluye: “me gusta más pensar que es porque la gente ya tira la basura en su lugar”.
(Post de Julio Roberto Prado sobre Las vacaciones que no pudimos pagar en Semana Santa)