Aquella plaza que un día fue del PP

Las dos concentraciones demostraron algo.

La primera, celebrada el pasado 21 de septiembre, tiñó de naranja la Plaza de la Constitucóin. La organizó el Partido Patriota y, oficialmente, buscaba promover la imagen de Alejandro Sinibaldi como futuro aspirante a la Presidencia de la República. Lo que logró al final no fue sólo eso, sino también demostrarles a los demás partidos políticos y a la población en general el poder de convocatoria de los oficialistas y su capacidad de organizar un acto de tales dimensiones pese a las prohibiciones existentes.

Pero los tiempos han cambiado. Hoy Sinibaldi ya ni siquiera forma parte del PP, un partido que debió conformarse con llegar a su Asamblea General Nacional a nombrar a su nuevo Comité Ejecutivo, pues aún no cuenta con una figura que lo represente en las próximas elecciones. 

Para colmo, una nueva manifestación tuvo lugar el 25 de abril pasado en la misma plaza, pero lejos de apoyar la lucha del oficialismo por repetir en el poder, criticaba su gestión al frente del país. A diferencia de la del PP, la manifestación del sábado no tenía color, o más bien tenía muchos. Bajo la consigna resumida en el hashtag #renunciaya, exigía la renuncia de Otto Pérez Molina y Roxana Baldetti, Presidente y Vicepresidenta de Guatemala.

En el peor de los escenarios para los manifestantes –que nadie renuncie–, les serviría al menos de oportunidad para desahogar el enojo por la implicación de miembros del Gobierno en el caso SAT, develado por el Ministerio Público y la Comisión Internacional Contra la Impunidad en Guatemala (Cicig). pero fue más allá y puso en evidencia un rechazo generalizado contra el partido de turno.

Es imposible determinar a simple vista cuánta gente había en la Plaza de la Constitución durante cada una de las manifestaciones pero en ambas estuvo abarrotada al igual que en las calles cercanas.

Sandra Sebastián

La de septiembre pasado, con la mayoría de participantes traídos en buses desde el interior del país. La del sábado, conformada en su mayoría por pobladores del área metropolitana. Se organizó en las redes sociales. Algunos asistentes llegaron por su cuenta, otros se aglutinaron por organizaciones y sectores de la sociedad.

Una de las principales diferencias entre las dos se puso en evidencia en el tipo de espectáculo. El día que el PP desafió al Tribunal Supremo Electoral (TSE), había una tarima al centro con la presencia de altos mandos del partido, animadores y actos para entretener a la multitud mientras llegaban sus máximos líderes.

En la del sábado, no hubo un escenario para presentar a bailarines y bailarinas con cuerpos atléticos. Pero hubo teatro en una de las esquinas de la Plaza Central y carteles para apreciar la creatividad de los participantes. Dos puños cerrados y esposados sobre un fondo naranja o frases como: “Me emputan tanto que hice un rótulo. #RenunciarEsSexy” son algunos de los ejemplos.

Marcela Fernández

Tampoco hubo caballitos de palo (y plástico), pero sí hubo piñatas. Una con una figura femenina con el papel rojizo para representar el cabello y otra masculina y canosa representaban al binomio presidencial. La “BurocRata (una rata), el empresaurio –con corbata, por supuesto– acompañaban también a una del diablo –¿Belcebú?– en representación de los abogados que mantienen la impunidad en el sistema de justicia, según los mismos manifestantes.

Saber dónde está la vice”

Mientras tanto, los principales aludidos por la protesta se mantenían lejos. El Presidente pasaba su día en Sololá, donde llamó a la calma y a respetar los procesos legales. Del paradero de Roxana Baldetti nadie sabía nada, lo que hacía recordar su frase del mitin del PP cuando, como aún secretaria general de su organización política, exclamaba: “Saber dónde está la vice”.

Eso sí: su ausencia no le impidió ser por segunda ocasión el personaje principal de la manifestación. En esta ocasión, porque su renuncia era el principal móvil de los inconformes en la Plaza.

El 21 de septiembre fue porque se las arregló para que su intervención fuera la última, aún después de la de Sinibaldi, para quien se había montado el evento.

“¿Cuántas orejas tenemos hoy acá?”, preguntó durante el mitin, en referencia a los opositores que llegaron a monitorear su evento. En la manifestación del sábado nadie preguntó públicamente por espías entre la multitud, pero muchos los notaron en la parte más alta del Palacio Nacional de la Cultura. Allí, hombres con cámaras fotográficas y de televisión se asomaban ocasionalmente y se ocultaban nuevamente al recibir insultos verbalizados o gesticulados.

Su presencia, de todas formas, estaba muy lejos de disuadir a los manifestantes, que permanecieron hasta que empezó a caer la noche. Un grupo de los que llegaron se dedicó a recoger la basura que otros dejaban y a pesar que, al final de la tarde, no se podía ocultar que una muchedumbre había estado en el lugar… la suciedad que quedó fue mínima en comparación con la manifestación anterior.

Mítin patriota, septiembre 2014

Otros se retiraron a comer o beber algo. El menú esta vez no fue Pollo Campero para todos, como en la reunión del PP. Algunos regresaron a sus casas, otros se quedaron en bares, restaurantes y cafeterías donde aprovecharon para deshacerse de sus carteles llevados a la protesta al dejarlos colgados en lugares como el cancel del Pasaje Aycinena en la zona 1.

Es seguro que la Plaza de la Constitución será el escenario de muchas manifestaciones más. Lo que no se sabe es si la próxima será de personas trasportadas para apoyar un candidato o si logrará de nuevo abrir la oportunidad para que un anticomunista declarado como Ricardo Méndez Ruiz y jóvenes universitarios con hoces y martillos en sus playeras rojas, vociferen juntos.

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